La artista de circo de La Isla que desafía al machismo desde una silla a seis metros de altura

Wait 5 sec.

Hay obras que marcan un antes y un después en la vida de los artistas. Pasa cuando se sabe que lo que se tiene entre las manos es de todo menos convencional y cuando además esa obra rompedora, innovadora y desafiante habla de tus raíces y de ti misma. Eva Escudier Belizón (San Fernando, 1973) estrena en su ciudad natal este viernes 21 de noviembre su trabajo más personal y completo, una culminación de una carrera dedicada a la danza contemporánea, el clown, el teatro, la danza aérea y el circo y que le ha llevado dos años y medio de su vida montar.Esta isleña, presidenta de la Asociación de Circo de Andalucía (ACA), historiadora del arte y máster en Diseño de Exposiciones e Iluminación, se abre en canal y conecta historias personales con experiencias universales que atraviesan a todos los seres humanos, especialmente, a las mujeres.Sentadita me quedé, como se llama la obra, es darle la vuelta a esa máxima de que sentadas y calladitas las niñas están más guapas. Eva no va a estar sentada, va a casi a volar con una silla que estará a seis metros de altura y desde donde desafiará los límites de su cuerpo haciendo contorsionismo y danzando en el aire para demostrar que ni la edad, ni los convencionalismos sociales ni, por supuesto, el machismo pueden con ella. Al revés, llega y juega con esa silla área que representa lo inaccesible.Porque esas sillas, que ella ha fabricado, y que pondrá todas en su cabeza en una representación del peso que cargan las mujeres, no sólo tienen que ser el espacio al que condenaban a las niñas a mantenerse quietas. En Andalucía, en La Isla, dos sillas, un patio y unas vecinas siempre ha sido sinónimo de alegría, raíces, tradición, comadreo y, en su caso, de su propia historia.“Este espectáculo es un recorrido vital que nace de la necesidad de encontrar mi lugar, mi sitio, mi silla y de contar unas experiencias personales que al final son universales. Y lo he hecho desde Eva como mujer, andaluza y cañaílla y siguiendo mi linaje. Es un homenaje a la memoria y a la resiliencia de las mujeres de mi familia”.Un linaje que ella localiza en su bisabuela y el patio de vecinos Robles al final de la calle Carraca de San Fernando, donde convivieron bisabuela, abuela y su madre. De ahí, al patio de San Ignacio, donde una Eva de pocos años ya aparece en fotografías vestida de gitana bailando al son del flamenco que su abuelo ponía en discos de vinilo. Toda esa documentación familiar que la artista ha ido recopilando conforman un cuaderno de trabajo al que acompañan textos de Eva y su hermana Elena, además de dibujos de la autora sobre esas sillas que son el reflejo del mundo: la angustia —la silla con pinchos—, la mecedora —la silla de la maternidad y los cuidados—, las sillas de las vecinas —la alegría de una niña jugando al elástico—."He redescubierto mi propia historia"“Hay muchas cosas que he tenido que investigar por fotos, cosas que me han contado mi madre, mis tías, sobre todo, de mi bisabuela y de, por ejemplo, su rol en el patio. Ella era de las pocas que sabía leer y escribir. He redescubierto mi propia historia”. “Fíjate que yo he hecho ballet, danza contemporánea y, aunque me gustaba el flamenco, nunca lo he trabajado y ahora me descubro poniendo discos de mi abuelo y me sé las letras de esas cantiñas; incluso, me descubro entendiendo de palos del flamenco. No tenía ni idea de eso de mí misma”.Y en esta investigación propia, Eva hace un descubrimiento trascendental: la identidad de su padre y la existencia de tres hermanos que ya sí son mi familia. “Esa silla que es lo inaccesible y que, en un principio estaba relacionada con lo laboral y el techo de cristal que sufrimos las mujeres, es parte también la silla de mi padre. Pero cuando empecé el proyecto, esa persona no existía; era un anónimo. Ahora voy a estrenar esta obra sabiendo quién es, habiendo encontrado a mis hermanos, con la familia de mi madre y la de mi padre y en San Fernando. Para mí esto es como un ritual: empezó como algo muy personal por mi necesidad de encontrar mi lugar y al final se va a cerrar el ciclo en mi pueblo, con mi familia entera, hablando de esos patios, donde las mujeres se encontraban, charlaban, cantaban y compartían. Y yo, me voy a sentar ahí con mis ancestras escuchando la voz de mi abuelo”.Eva Escudier, durante una actuación. Y es que este espectáculo está cuidado hasta el detalle e incluye músicas, textos y audios originales, representando en sí mismo la reivindicación del circo como un arte mayor. “Además de cerrar un ciclo, profesionalmente, para mí es un hito que creo que va a marcar un antes y un después en mi carrera, puesto que hago una apuesta clara por un circo que tiene muchas cosas que contar”.El circo, un arte escénico en augeEse circo que, como explica Eva, ha evolucionado. “El circo siempre se asocia a lo infantil y a la calle y, yo he hecho mucho, mucho infantil y mucha calle y es maravilloso pero el circo está en una evolución brutal. Ahora mismo, creo es de las artes escénicas que más se está transformando, investigando y creciendo. Hay que romper barreras y lo que yo traigo a San Fernando es un circo para adultos, un circo para salas de teatro, que tiene una dramaturgia potente con la que se cuentan cosas, que cuida el vestuario, la iluminación, donde hay textos, música y en el que se pulen todos los detalles como en cualquier obra de teatro o danza e, incluso, diría que mucho más”.Así y durante cincuenta minutos, la artista isleña representa a través de las sillas un número tras otro con el hilo conductor de la memoria y las situaciones universales a las que se enfrentan, especialmente las mujeres. “Hay una silla con la que hablo de la presión estética social que sufrimos las mujeres y de tener que parecer jóvenes, estupendas y divinas. Voy vestida de rosa como si fuera una barbie y pongo una música de reggaeton que hemos hecho con inteligencia artificial para demostrar la superficialidad a la que nos someten”. Vestidos de gitana como los de la Marisol más infantil o un tocado de geranios que le cubre toda la cabeza serán algunos de los elementos textiles que enriquecen este espectáculo que tiene uno de los números dedicados especialmente a las vecinas y que encuentra en el geranio la flor que simboliza a esos patios, la alegría y los cuidados.Eva Escudier, en una imagen promocional de su nuevo espectáculo.La preparación física es extrema. “Es un espectáculo que requiere de una forma física y de resistencia porque hago ejercicios en tela, con la cuerda, hago equilibrios. Hay números más enérgicos y otros más tranquilos que voy combinando, pero, por supuesto, tengo que entrenar todos los días y practicar con cada elemento”. El reto, sin embargo, es fascinante. “¿Quién me va a decir a mí que con 52 años no puedo estar colgada a seis metros de altura?”, dice entre risas.“Esto no lo sabe mucha gente, pero cuando era pequeña, vino un circo a La Isla y todo el mundo estaba alucinando con el malabarista, pero yo me enamoré del payaso. Yo de pequeña quería ser payaso y creo que es a la única persona que le he pedido un autógrafo”. Gimnasta, bailarina, clown, Eva recaló en el mítico taller de teatro del IES Isla de León, de donde salió Alex O’Dogherty, y allí conoció a otro conocido actor en la provincia, Monchi Cruz. Con él, montó una compañía de teatro y, de ahí, a Sevilla a estudiar y a seguir formándose. Hoy, la nave La Leonera, en Santiponce es su segunda casa, donde pasa horas y horas entrando, experimentando y dejando crecer su creatividad. Los que la conocen, saben que Eva no tiene límites y los que no, se sorprenderán al verla en el Real Teatro de las Cortes.El estreno es algo que ya casi toca con los dedos. Pero ¿y luego? “Luego, no sé. Que pueda representarlo en muchas salas, pero ya me puedo quedar tranquila. Esto es más que una obra, es un ciclo vital que cierro y que ahora es ya es del público”.