Como cada sábado por la mañana, se forma cola en el punto de distribución de alimentos de la iglesia metodista Newman, en Bed-Stuy, un barrio negro –cada vez menos– del distrito neoyorquino de Brooklyn. «El alquiler y la carne», responde con timidez Mariana, que sale con una bolsa de la que sobresalen las patatas, cuando se le pregunta qué es lo que cada vez le cuesta más permitirse. La cesta de la compra se ha convertido en un lujo para gente como esta inmigrante de Ecuador, que sobrevive como puede a una Nueva York en la que el coste de vida se ha disparado. «Junto botellas y cuando puedo hago limpieza», dice sobre sus ingresos. Pero ella y el resto de 'parias de Nueva York' que hacen cola aquí –entra una mujer de mediana edad con su bolsa y se mete en un Mercedes negro imponente– no son la mayor razón por la que la ciudad en la que viven tendrá a partir de enero un alcalde socialista. O, para sus críticos, «comunista» Zohran Mamdani, el joven musulmán de 34 años que ganó la elección el pasado martes con un programa izquierdista, ha ascendido al poder porque Nueva York se ha convertido en un lugar difícil de costear para casi todo el mundo.