Un flujo turbulento de coches, miles de coches, infinidad de coches que se enredan entre sí, trata de escapar de Madrid un viernes por la tarde en el que llueve mucho y la gente sale escopetada de sus trabajos. Esa masa metálica se va atascando en torno a centros comerciales, grúas, urbanizaciones, descampados o esa discoteca de famosos en la que el taxista asegura haber visto una vez a Guti, el futbolista. Esto es la ciudad, esta maraña de gente, deseos y metal, este caos lo suficientemente ordenado para llamarlo civilización. Seguir leyendo