Una tarde como cualquier otra. Nada especial. Salimos del trabajo, tal vez agotadas, con el cuerpo pidiendo una pausa. Ese momento a solas —tan breve y tan nuestro— se convierte en una oportunidad: elegir qué hacer con ese tiempo que nos pertenece. Algunas preferimos escuchar música, dejar que las melodías nos relajen. Otras sintonizan una emisora que las haga reír y soltar el peso del día. Hay quienes aprovechan para hacer llamadas, esas que conectan o simplemente cumplen con la rutina. A veces sumamos nuevos planes a los que ya tenemos, nos retocamos el maquillaje en el carro… o simplemente guardamos silencio. Ese silencio que tanto hace falta. Mi favorito. Yo elijo ese momento para poner mis pensamientos en orden, para desintoxicarme antes de llegar a casa. A veces acompaño el trayecto con música suave, casi terapéutica, que me recuerda que todo va a estar bien. Respiro. Pauso. Y sigo. Algo tan simple —tan aparentemente insignificante— como estar sola en el auto, puede marcar una gran diferencia. De vez en cuando, hay que desenroscarnos del bullicio, del estrés y de la prisa. No importa si tu viaje es corto o largo. (Asi como la vida misma). Siempre te voy a recomendar disfrutar el camino… pero, sobre todo, disfrutar de tu propia compañía. Porque son esos momentos —los que compartes contigo misma— los que realmente nutren el alma. La próxima vez que estés en tu auto, regálate ese instante. Quizás en ese pequeño espacio nazcan las ideas que cambien el ritmo, o incluso el rumbo, de tu vida.