Algún refrán debería advertir de lo costoso que a veces resulta lo caro. La arquitectura tiene autor y el nombre se paga, pero en la balanza del precio justo, a veces, no salen las cuentas entre lo construido y lo padecido. Apostó Monteseirín, con buen criterio, por ir más allá de una simple ampliación de Fibes y contrató a Vázquez Consuegra. El resultado: un magnífico edificio de proporciones y funcionalidad ... y un sobrecoste de más del 40% que dejó en la indigencia a Emvisesa. Trece años después, el edificio tiene goteras. ¿Cuánto vale el arte? Ya lo decía Manuel Luque, director general de Camp, junto al tambor de Colón en 1986: «Busque, compare y si encuentra algo mejor...»