Imaginen que 22,4 millones de coches desaparecen de las carreteras durante un año. Uno tras otro, evaporados del asfalto, sin dejar ni rastro. Es el equivalente a 96 millones de toneladas de dióxido de carbono menos en la atmósfera. En un planeta que se asfixia, tales cifras podrían parecer un ejercicio de ciencia ficción o de ingenuo optimismo, pero no lo son. En realidad, son el resultado concreto de algo que, a pesar de su potencial, pasa desapercibido: el enorme poder del hacer colectivo. Cuando los gobiernos se sientan a la mesa, el sector privado se compromete, las comunidades participan y los organismos internacionales acompañan, se logran resultados. Seguir leyendo