Puede que algunos devotos recalcitrantes de Motomami (2022) también lleven todo el fin de semana levitando —espiritual y musicalmente— con los 18 cortes de Lux, pero de entrada Rosalía no se lo ha puesto fácil a sus seguidores. El nuevo álbum de la catalana supone un giro estilístico entre sustancial y radical respecto a su antecesor, lo que da pie a un debate suculento: ¿pueden gustarle al mismo oyente dos trabajos tan diferenciados, aunque su firmante sea la misma y no haya transcurrido demasiado tiempo entre ambos? Seguir leyendo