Autumn is my favorite season es la frase que estuvieron leyendo el resto de los cazadores, impresa en una sucia y malherida camiseta de camuflaje, desde el primer día que Mario puso sus huellas en Sarajevo. Una camiseta estúpida a simple vista, como otra cualquiera, pero que no disimulaba los anhelos de aquel abogado italiano, podrido en dinero. Otoño, como revelaba la camiseta, es la mejor estación para cazar. Los animales, atormentados por el celo y el alma, salen de sus refugios para agrandar sus vidas en otras vidas. Bang!A Mario, uno de esos personajes que recoge el diccionario del diablo, la saliva le empezaba ya a saber a vinagre sólo jugando a adivinar su futura víctima. A éstas las intuía, como depredador aventajado, en la densidad de la niebla, en los sonidos que hace la tierra cuando respira, en el detonar de su propio y venenoso riego sanguíneo, en el titular de un periódico. Una vita vale quanto costa un proiettile era su lema; sentencia que soltaba cada vez que rememoraba las agonías de sus víctimas durante los eternos aperitivos a los que estaba invitado. Y el resto de los cazadores, embriagados también de vino caro y muerte ajena, anestesiados y calmados en su relativa tranquilidad: El dinero no ha tenido nunca enemigos. Y los psicópatas riendo mientras Sarajevo, en la negrura de la noche y la escasez, no dejaba de contener la respiración. Duerme, hijo. Spavaj sine.[articles:345011]Contaré hasta donde mi alma pueda. El cazador turinés, después de desayunar en uno de los puestos serbios que dominaban los montes que rodearán Sarajevo hasta que ninguno de nosotros y de los nuestros estemos aquí, cogió su rifle, lo besó y se dirigió lentamente al puesto de tiro que los militares le habían asignado por sus cien mil dólares americanos en billetes de los grandes. Su posición, la cumbre de una loma sobre el mercado viejo de Sarajevo, fue ansiada por el resto de los tiradores durante la semana que duró el safari: el hambre, para unos padres, jamás tiene fin.Arrancó el amanecer y apareció la muchacha con un niño entre los brazos. La joven llevaba sobre sus carnes el velo negro de su propio luto. El sol iba en su carrera pero no la alcanzaba. Mario, incrustado como cristal en el techo de la ciudad bosnia, escupió vinagre al verla correr hacia la fuente de las únicas aguas. Bang! El disparó retumbó en todo el valle mientras el rico hacia cuentas en su cabeza de cuánto le costaría aquello. Relato inspirado en una triste verdad: safaris humanos en Sarajevo durante la guerra de Yugoslavia.