Viaje a Almazán: historia, sabor y encanto en el corazón medieval de Soria

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Fue una ciudad clave en la Edad Media . Tanto que, en la actualidad, buena parte de las construcciones defensivas de aquella época siguen en pie. Los árabes hispanos la llamaron «El fortificado». Y es que Almazán , la villa de unos 6.000 habitantes que se sitúa en el centro de Castilla, fue uno de los lugares de mayor importancia estratégica al estar protegido por el río Duero en el noroeste mientras que la muralla y las monumentales y potentes puertas, que recuerdan con su nombre las actividades que en su entorno se realizaban, protegían el resto de los flancos. Hoy, este municipio de la provincia de Soria , que forma parte de los Pueblos Mágicos de España , puede presumir de tener uno de los conjuntos históricos más relevante de la zona , sobre todo del mundo Románico. Recorrer sus calles es hacer un viaje al pasado renacentista. De hecho, la Villa de Almazán fue capital del Reino, por dos veces, con los Reyes Católicos tras haber superado los enfrentamientos entre el mundo árabe y el cristiano, primero, y entre los reinos de Aragón y Castilla después. Este fin de semana (14, 15 y 16 de noviembre), es un buen momento para visitar este histórico enclave pues, además de poder descubrir su alma medieval mientras, la Villa tiene programada una auténtica fiesta gastronómica: la Ruta del Pincho Medieval . Se trata de una experiencia abierta a todos los visitantes, quienes podrán degustar pinchos y bebidas por cuatro euros. Con el estómago lleno, los visitantes podrán descubrir así el mejor ejemplo de su riqueza patrimonial: la Puerta del Mercado , una imponente entrada al recinto amurallado (considerado Bien de Interés Cultural desde 1949) construida entre finales del siglo XII y principios del XIII. Su nombre recuerda el bullicio del mercado semanal que se celebraba en sus alrededores durante la Edad Media. De su estructura original se conservan las torres macizas de base rectangular y los portones que un día la defendieron. En los últimos años ha sido objeto de restauraciones y actuaciones arqueológicas que han sacado a la luz hornos de alfarería del siglo XVIII y la gran barrera o contramuralla que protegía la villa. Además, un reciente proyecto ha mejorado la accesibilidad a sus torreones y ha permitido habilitar un mirador desde el que se obtiene una de las vistas más espectaculares de Almazán y del valle del Duero . Su trazado medieval, con calles estrechas, murallas y miradores que se asoman al río, invita a pasear por un escenario que parece detenido en el tiempo. La Plaza Mayor, presidida por la iglesia románica de San Miguel del siglo XII, el Palacio de los Hurtado de Mendoza y la Puerta de la Villa , resume siglos de historia y refleja la huella de las culturas que habitaron estas tierras. A este legado se suma el parque de La Arboleda , un espacio natural de más de catorce hectáreas junto al río que combina monumentalidad, paisaje y descanso. Cedros, álamos, secuoyas y fresnos arropan los paseos que conducen hasta los miradores del Postigo de San Miguel y de la Ronda del Duero, desde los que se contempla la villa en todo su esplendor. Pero la programación en Almazán para este fin de semana no termina aquí. Pues también se decidirá quién va a ser el nuevo Chef Medieval 2025 , el histórico certamen gastronómico de la Red de Ciudades y Villas Medievales . En esta XVII edición, siete cocineros procedentes de España y Portugal competirán por hacerse con un título que combina tradición, ingenio y orgullo local. En la mañana del sábado, los cocineros (Gorka Irisarri, del restaurante Danonzat de Hondarribia, en Gipuzkoa; Cristian Solana, del restaurante El Puntido de Laguardia, en Álava; Iban Garín, del restaurante Bienara de Estella-Lizarra, en Navarra; Rubén Urbano, del Bar Restaurante El Fogaril de Sigüenza, en Guadalajara; Trinidad Sánchez, del Bar La Terraza de Valencia de Alcántara, en Cáceres; José Mário Magalhães, del restaurante A Adega de Marvão, en Portugal; y el representante local del Hotel Villa de Almazán), competirán no solo en un duelo culinario, sino también un homenaje al talento, la historia y la identidad de cada localidad participante. Los cocineros elaboran sus pinchos con un desafío único: no pueden emplear ningún ingrediente posterior al descubrimiento de América.