El cese de la viceconsejera de Salud de Andalucía y su sustitución por un médico procedente del grupo hospitalario privado Asisa encierra una profunda carga simbólica: la confirmación de que las fronteras entre lo público y lo privado en la sanidad andaluza se han vuelto difusas, casi invisibles.Durante años, el debate sobre la privatización del sistema sanitario se ha desarrollado entre tecnicismos y cifras presupuestarias. Sin embargo, lo que está en juego va mucho más allá del reparto de recursos: se trata de la concepción misma de la salud como derecho o como servicio, de la confianza ciudadana en un modelo que garantice la equidad, y del papel que los poderes públicos deben asumir en la protección de lo común.El síntoma de un cambio de paradigmaQue un alto directivo de un hospital privado —y a la vez un cargo político del Partido Popular— asuma una de las principales responsabilidades de la sanidad pública andaluza no debería pasar inadvertido.Se trata de reflexionar sobre lo que simboliza su nombramiento: una puerta giratoria que normaliza la presencia del mercado en los espacios donde antes primaba el interés colectivo.En Andalucía, como en muchas otras comunidades, el discurso oficial habla de “colaboración público-privada” y de “optimizar recursos”. Pero detrás de esas palabras se esconde una realidad más compleja: la sanidad pública se está adaptando a la lógica del mercado, externalizando servicios, derivando pacientes y financiando con fondos públicos a empresas privadas. Todo ello bajo la promesa de una supuesta eficiencia que rara vez se evalúa en términos de justicia social ni se consigue como en el tema de las listas de espera que al contrario van aumentando cada vez más.Cuando el lenguaje cambia, el modelo cambiaLas transformaciones políticas suelen comenzar con un cambio en el lenguaje. Donde antes se hablaba de derecho a la salud, ahora se habla de clientes.El lenguaje tecnocrático despoja al sistema de su alma social y convierte un bien público en un producto gestionable.[articles:345559]La sanidad pública no nació para ser rentable, sino para ser justa. Su legitimidad no se mide por balances financieros, sino por su capacidad para atender sin distinción. Y, sin embargo, cada vez más ciudadanos/as —especialmente en Andalucía— se ven empujados a contratar seguros privados, convencidos de que el sistema público ya no puede responder a sus necesidades.El riesgo del acostumbramientoQuizás lo más preocupante no sea la privatización en sí, sino la normalización del proceso. Nos hemos acostumbrado a que lo público se subcontrate, a que los hospitales concertados actúen como parte del sistema sin control democrático real, a que los médicos trabajen a la vez en el sector público y privado sin que nadie cuestione la posible contradicción ética.La cesión de responsabilidades estratégicas a figuras del ámbito privado es solo un síntoma de un fenómeno más amplio: la erosión paulatina de lo común, esa pérdida silenciosa que no genera titulares, pero sí consecuencias a largo plazo.Recuperar el sentido de lo públicoReflexionar sobre la sanidad andaluza es hablar de valores. En un tiempo de desafección política y desigualdad creciente, defender lo público es una forma de defender el sentido de comunidad.Significa recordar que la salud no puede depender del poder adquisitivo, del código postal ni de la lógica empresarial.El nuevo viceconsejero de Salud tiene experiencia, sí, pero la pregunta es: ¿a quién servirá esa experiencia, ¿A la ciudadanía, que confía en un sistema equitativo, o a un modelo donde lo público se convierte en la antesala de lo privado?Porque todo indica que el Gobierno de Moreno Bonilla está favoreciendo a la sanidad privada, desmantelando progresivamente lo público mediante una disminución significativa del gasto de personal en los hospitales andaluces.Es evidente que la sanidad pública no se pierde de golpe, sino a golpe de decisiones políticas. Cada vez que se recorta personal, se externaliza un servicio o se nombra a un gestor del ámbito privado, se borra una línea más del contrato social que un día garantizó la igualdad. Recuperarlo será una tarea colectiva o no será. Y es que la sanidad pública andaluza aún puede salvarse del deterioro si la ciudadanía recupera la conciencia de que lo común es el mayor patrimonio que tiene. Defenderla no es solo un gesto ideológico, sino un acto de justicia con quienes más la necesitan.