¿Tu hijo tiene insomnio, pesadillas o rechazo a dormir solo? La relación de ida y vuelta entre el sueño y el acoso

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«Si hay bullying, el sueño funciona como un sistema de alarma. Los niños, especialmente los más pequeños, pueden tener dificultades para verbalizar el acoso o el miedo que sienten, pero su cuerpo y su fisiología reaccionan al estrés. Si lo ignoras, es como si no haces caso a la alarma de casa: te entran a robar», explica María José Arostegui, como indica María José Aróstegui, psicóloga y miembro del grupo de trabajo de Insomnio de la Sociedad Española de Sueño (SES) . Si los padres ven dificultades del sueño en su hijo, lo primero que habría que hacer es, explica esta experta, «es descartar que haya alguna patología, como una apnea, ronquidos, síndrome de piernas inquietas o todo aquello fisiológico que puede producir un sueño fragmentado de un niño que está sano pero que, cuando empieza a sufrir acoso escolar, se empieza a sentir mal, se empieza a agobiar, tiene rumiaciones y ansiedad anticipatoria». «Cuando aparecen de pronto el insomnio, las pesadillas o el rechazo a dormir solos, pueden ser manifestaciones del estado de hipervigilancia y ansiedad que el acoso provoca. Los padres, tutores y educadores deben considerar los problemas de sueño persistentes como una posible bandera roja de problemas subyacentes, incluyendo la victimización», advierte la psicóloga del SES. Es de sobra conocido el impacto que la lacra del acoso tiene sobre la salud mental de los niños, niñas y adolescentes que lo sufren y que en los casos más graves puede llevar a algunos menores, incluso, a intentar quitarse la vida. Siendo un fenómeno muy estudiado, lo que no se conoce tanto es el impacto que tiene el acoso escolar sobre el sueño. De hecho, como indica María José Aróstegui, los problemas de sueño pueden ser, en muchos casos, «uno de los primeros indicadores observables» en un niño que sufre bullying y, en última instancia, esos problemas pueden actuar también como «un catalizador» sobre el impacto emocional negativo que per se ya genera esta situación, incrementando las consecuencias de esta experiencia sobre la salud mental. Un metaanálisis publicado en 2024 en la revista científica Sleep Medicine Reviews con datos de estudios longitudinales y transversales encontró una asociación constante entre la victimización por bullying y la mala calidad del sueño, la menor duración del sueño y la mayor latencia de inicio del sueño. «Hay estudios que han reportado que las víctimas de acoso tienen entre dos y tres veces más riesgo de experimentar trastornos del sueño en comparación con sus pares no acosados», explica Aróstegui, que destaca que el acoso escolar es «un factor de riesgo significativo» para el desarrollo de Insomnio Crónico e incluso, en casos graves, de pesadillas recurrentes o de Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), en el que las pesadillas son un síntoma central. La relación entre el acoso escolar y el sueño, además, es bidireccional. Como informa María José Aróstegui, la evidencia científica actual apunta en ese sentido. Es decir, el acoso escolar incrementa el riesgo de sufrir problemas de sueño, pero a su vez la falta de sueño se asocia con una mayor vulnerabilidad al acoso. «La privación de sueño afecta las habilidades sociales, emocionales y cognitivas esenciales para interactuar y defenderse», sostiene la psicóloga, que destaca que la falta de sueño se asocia con una menor habilidad para ser asertivo y poner límites, con una mayor reactividad al estrés y una mayor propensión a estallidos emocionales, y con una apariencia fatigada y un menor rendimiento escolar, todos ellos factores que los acosadores pueden interpretar como 'debilidad o un blanco fácil'. Es un círculo vicioso». Por un lado, añade la experta, un niño o adolescente con falta de sueño es menos capaz de modular su respuesta al estrés o a las emociones negativas, volviéndose más irritable, impulsivo e hipersensible. Por otro, la falta de sueño es un síntoma clave y un factor de riesgo para el desarrollo de trastornos de ansiedad y depresión, por lo que en el contexto del acoso este mal descanso implicaría agravar el impacto emocional inicial del bullying. La «prioridad absoluta», en todo caso, concluye Aróstegui, debe ser detener el acoso y garantizar la seguridad del menor porque, «sin reducir la fuente de estrés, cualquier intervención sobre el sueño tendrá un efecto limitado», apunta. Sin embargo, sí que hay cosas que se pueden hacer desde el sueño para potenciar la recuperación emocional y cognitiva de los menores víctima de acoso, así como para fortalecer su estado físico e inmunológico, claves también en la capacidad de afrontamiento. Entre esos consejos, la portavoz de la Sociedad Española de Sueño destaca los siguientes: El dormitorio debe ser un lugar asociado solo con la seguridad y el descanso. «Es importante que para dormir sea oscuro, fresco y silencioso. Solemos tener las habitaciones saturadas de cosas, deberían estar más ordenadas y no estar abarrotadas», sugiere la psicóloga del SES. Se debe establecer un ritual consistente de 30-60 minutos antes de la hora de acostarse que promueva la calma: baño caliente, lectura tranquila, música suave. Es vital evitar las pantallas (teléfonos, tabletas, ordenadores) al menos una hora antes. «Hacer scroll hasta las 2 de la mañana es lo peor que podemos hacer. La luz azul suprime la melatonina y puede activar e impedir conciliar, con lo cual el menor irá privado de sueño«, señala. Enseñar al niño ejercicios de respiración profunda o relajación muscular progresiva para contrarrestar la hiperactivación fisiológica que impide el sueño. Mantener la misma hora de acostarse y levantarse, incluso los fines de semana, ayuda a regular el ritmo circadiano del niño, que es fundamental para un sueño saludable. «Debemos tener muy en cuenta la cronobiología y buscar la regularidad horaria. Esto es más importante y efectivo de lo que parece y es esencial para ajustar los ritmos circadianos», apunta Arostegui. Se recomienda encarecidamente la intervención de un psicólogo especializado. La Terapia Cognitivo-Conductual para el Insomnio (TCC-I) es el tratamiento de primera línea y ha demostrado ser eficaz incluso en presencia de estrés crónico, ayudando al niño a cambiar las creencias y comportamientos que mantienen el insomnio.