Como siempre que hay salseo de por medio, La Perla es la candidata por antonomasia a convertirse en la canción más comentada, tarareada y reproducida de Lux, ese cuarto álbum de Rosalía que la humanidad ha decidido escudriñar línea por línea y sobre el que acabará teniendo opinión propia hasta el último terrícola con conexión wifi. Berghain se mantiene por ahora en holgada primera posición en cuanto a escuchas en las plataformas digitales, puesto que sirvió como adelanto dos semanas antes de que el álbum íntegro viese la luz (perdonen la redundancia). Pero la diatriba contra ese “terrorista emocional” que merece la “medalla olímpica de oro al más cabrón” ha despertado sonrisas, simpatía, sororidad y, cómo no, especulaciones sobre el destinatario último de la diatriba. Por mucho que la propia artista catalana apelase el lunes, a su paso por La Revuelta (TVE), a que las canciones siempre tienen “parte de realidad y de ficción” y a que hay “muchos y muchas perlas” que habrían aportado sus granitos de arena a la hora de forjar ese personaje engreído, ególatra y detestable que emerge en el séptimo corte del elepé.Seguir leyendo