De Marchena a Puidgemont: un momento antipolítico

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"Está cogido por los huevos”. Así de crudo se expresa un veterano periodista cuajado en mil batallas. Ciertamente, si el fiscal general del Estado fuese condenado, el Poder Judicial se juega su desmoronamiento. El próximo jueves, el magistrado Martínez Arrieta dejará el juicio que se sigue contra Álvaro García Ortiz listo para sentencia. Su inocencia depende de seis periodistas, seis, que han visto cómo desvelar su fuente no es sólo una cuestión profesional (que también), sino personal.El dilema se disuelve si la absolución o la condena a seis años de cárcel de un fiscal inocente dependen de una decisión ética. La suya y, sobre todo, la de sus fuentes. Nadie se atreverá a desacreditar su valía profesional si con ello consiguen preservar el Estado de derecho. Terrible paradoja sería que las fuentes de Alfonso Pérez Medina, de Miguel Ángel Campos o de José Precedo autorizasen revelar sus identidades para preservar la libertad de un hombre que es inocente. Si algo ha quedado claro de sus testimonios, auténtica clase de periodismo, es que uno son sus fuentes y sus lectores. El periodista nunca es un sujeto sino un medio.La lógica siempre juega a favor de la verdad. El dilema enunciado por José Precedo se convirtió la semana pasada en una amenaza para el presidente del tribunal, lo que evidencia que a Manuel Marchena, el Napoleón del Poder Judicial, el juicio que se sigue en el Tribunal Supremo contra Álvaro García Ortíz se le ha ido de las manos. Quiere decirse que el lapsus de Martínez Arrieta ante el director adjunto de elDiario pone de manifiesto que Marchena ha perdido el control del proceso o que, por vez primera, “le tienen cogido por los huevos”. Si el FGE es condenado a seis años de cárcel (así se las gasta la Asociación de Fiscales) por revelación de secreto, se abre la puerta a que cualquiera de esos seis periodistas y sus fuentes se presten a decir quién filtró el correo electrónico, inmediatamente después.Este país vive un momento antipolítico que pone en tela de juicio la libertad prensa, sin la que no se puede entender la democracia, y la división de poderes, sin la que no es posible un Estado de derecho. El legado de Marchena, su justicia amenazada, será el caos interno dentro del Poder Judicial, y algo más. Qué confianza pueden depositar los ciudadanos en una magistratura que se permite condenar a un hombre inocente después de desestabilizar al conjunto de las instituciones del Estado.Vivimos un momento antipolítico que busca canalizar el resentimiento tanto en una sentencia judicial (o tres) como en el borombombón falangista que exhala sus soflamas bien en la Corte de los Leones, bien en las universidades públicas o en ambas la vez. De eso va la actual coyuntura política. Se busca un punto de ruptura.El momento antipolítico se sustancia en el Tribunal Supremo como el chirrido de un cuchillo sobre un plato. Transita de las calles a los juzgados pero también desde las pantallas del móvil al escaño, desde el IBEX35 al Congreso y desde los palcos de los estadios a los atrios de los parlamentos. Así lo confirma el último sondeo de Opina 360. Según los datos de la encuesta –realizada a 1.202 personas de todo el país–, un 29,1% de los españoles adultos querría ver a Florentino Pérez aprobando reales decretos. Se vislumbra la leyenda del Cesar Visionario. Lejos de ser un dato menor, esta cifra representa a unos 10 millones de ciudadanos, de un total de 35,5 millones que componen el censo electoral. Es el caso de la banquera Ana Botín (26,2%), con algo más de 9 millones. En el terreno cultural y mediático, el presentador David Broncano irrumpe con cerca de 6 millones de españoles (16,3%) que querrían verle en la tribuna del Congreso. Conviene retener este dato. Concentra simpatías en los votantes de izquierdas y progresistas, muchos de ellos jóvenes, pero también entre los poderes mediáticos, ante un posible asalto de RTVE. Lo mismo ocurre con la actriz Najwa Nimri –quien ha interpretado a una presidenta autonómica en una serie de televisión–, con el apoyo de 5 millones de españoles (14,1%). El luchador hispano-georgiano Illia Topuria también destaca con 4,8 millones de españoles respaldando su salto al ámbito político (13,8%).Volvemos a la antipolítica. Figuras como la del parlamentario Carlos Hernández Quero (VOX) sustituyen al viejo señoritismo fascista madrileño encarnado hasta ahora en Ortega Smith. La ultraderecha se ha puesto la camisa azul mahón para intentar convertir al lumpen proletariado en sujeto político revolucionario, siguiendo la estela de los viejos fascismos y la vía heterodoxa de Pier Paolo Pasolini. El camino lo marcó Gabriel Rufián hace unos meses cuando indicó desde el atrio del Congreso cuál debía ser la política del Gobierno en lo que nos resta de legislatura: “vivienda, vivienda, vivienda”. Carlos Hernández Quero ya puede presumir de haber cumplido con la promesa hace más de cincuenta años.La advertencia de Rufián dirigida a Pedro Sánchez se ha articulado a través del discurso político de Vox orientado hacia los jóvenes y las familias en riesgo de pobreza. Pablo Iglesias lo intentó también en su momento político más alto y fracasó estrepitosamente. Desoyó los consejos de Marx por precipitarse hacia el delirio cuando quiso asaltar los cielos. En cambio, en el campamento de la ultraderecha, instalado en el 20% de los votos, los gendarmes de la libertad tienen experiencia en atrapar votos del lumpen proletario. Hernández Quero se ha vestido de Podemos con el yugo y la flecha tatuados en el brazo. La experiencia M (de Mussolini) les ha marcado el camino. El factor H (de Hitler) también. Hoy, Mr. T (de Trump), revisado y actualizado, tiene escrito el manual para excitar a los red necks españoles que siguen en manada las soflamas de un playmobil, Vito Quiles un suponer, a las puertas encadenadas de las universidades públicas de nuestro país. Muera la inteligencia.El momento antipolítico se vive también en Catalunya. La semana pasada, Miriam Nogueras anunció que la arteria que conecta a Junts con el Gobierno tiene un trombo que bloqueará lo que resta de legislatura. Nunca dirá que su partido irá a una moción de censura, pero Carles Puigdemont cerró el 13 de mayo de 2024 un acuerdo con determinados empresarios para desalojar a Pedro Sánchez de la Moncloa. Puigdemont se comporta como un trombo en la femoral dispuesto a viajar al corazón del Congreso. El momento antipolítico al que hemos llegado es fruto de ese acuerdo y también el inicio de una operación mucho más ambiciosa en la que Feijóo no está ni se le espera.Como todo el mundo ya sabe, el PP de Feijóo ofreció la presidencia del Congreso de los Diputados al PNV para ganarse su apoyo durante la investidura de 2023. Conviene recordar la frase pronunciada desde la tribuna del Congreso por el entonces portavoz y hoy presidente del partido vasco, Aitor Esteban: “Algún día se sabrá lo que ustedes nos ofrecieron”.En el trajín de las conversaciones, se contactó con diferentes barones territoriales para confirmar que la propuesta era cierta. Entre ellos, se consultó al Club de las Pitiusas (Mazón, Azcón, Prohéns y López Miras) que no dio su aprobación hasta que conoció la posición favorable del presidente de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla. Cuando le preguntaron a Bonilla, el líder popular andaluz y amigo personal de Alberto Núñez Feijóo respondió: “Es una de las opciones en las que se está trabajando y otros barones lo ven bien”. A todos ellos se sumó inmediatamente después el beneplácito de Coalición Canaria. La sorpresa llegó cuando Carles Puigdemont también expresó su conformidad desde Waterloo, afirmando que sería muy positivo que la tercera autoridad del Estado estuviera en manos de un nacionalista. Los empresarios catalanes recomendaron a Feijóo que Sánchez fuera a la investidura antes que él. “Deja que se queme mientras seguimos negociando la tuya y convencemos a Puigdemont de que te apoye” fue el mensaje que le transmitieron.“No fui presidente porque no quise”, fue el mensaje convertido en meme después que continuamente persiguió a Feijóo y que tanta gracia le hizo a Sánchez en una de sus sesiones de control. En el fondo, Feijóo expresaba en la Corte una verdad incontestable. No fue presidente porque hizo todo lo contrario a lo que le habían aconsejado. El expresidente gallego se dejó llevar por la presión de Santiago Abascal, presidente de Vox, que acuciaba diariamente al líder del PP con la misma frase: “A qué estás esperando”.Las condiciones y términos que articularon la negociación planteada por los empresarios catalanes a Puigdemont fueron expresadas en los mismos términos y condiciones que le fueron transmitidas a Pedro Sánchez. Empezaba con un indulto y terminaba con una consulta soberanista. En ese pacto que no llegó a ser, se barajó el nombre con el que tomar el control de RTVE. Nadie quería perder su porción del pastel. En ese pacto se planificó al detalle el asalto de la corporación pública, con Broncano en la mesa de negociaciones. Y alguien dijo: “la operación es mucho más grande”. ¿Lo sabía José María Aznar? Recuerden lo que dijo cuando Esteban González Pons resucitó a Junts: “Por ahí, no”. ¿Qué recibirían aquellos empresarios a cambio de sus buenos oficios durante la negociación fallida con Puigdemont? Sólo Feijóo y Puigdemont lo saben.