Un estudio publicado en Communications Biology ha analizado el tobillo fósil de Ardipithecus ramidus, descubriendo que combinaba el caminar erguido con una sorprendente capacidad para trepar. Esta mezcla de rasgos humanos y simiescos demuestra que la evolución no avanzó en línea recta, sino en un equilibrio inestable entre el suelo y las ramas.