El 85% de las compañías españolas prevé aumentar su inversión en innovación en los próximos dos años. Esto no es un mero apunte estadístico, sino el reflejo de un cambio de mentalidad profundo y generalizado, ya que el tejido empresarial mira hacia adelante con el propósito de crecer, escalar y competir. La conversación ya no gira en torno a resistir, sino a avanzar, lo que abre una ventana de oportunidades para transformar los proyectos en realidades consolidadas y las pymes en referentes de su sector. Sin embargo, la ambición sin recursos es sólo un deseo. Asegurar una financiación estratégica, a partir de aliados contrastados como Iberaval, la sociedad de garantía (SGR) más grande de España, puede marcar la diferencia entre el estancamiento y el éxito. Durante los ciclos económicos más complejos, el foco de la gestión empresarial se centra, por necesidad, en la liquidez. Asegurarla se convierte en la máxima prioridad para mantener la operatividad. Si bien ésta es una estrategia vital para la supervivencia a corto plazo, la verdadera consolidación de una empresa se construye sobre la inversión productiva a largo plazo. Invertir en activos fijos, en tecnología, en la modernización de procesos, en la expansión de instalaciones o en la investigación y desarrollo constituyen la siembra del éxito futuro y el trampolín para escalar de manera efectiva. Genera incrementos de productividad, abre las puertas a nuevos mercados, fortalece la capacidad de innovación, facilita la empleabilidad y, en definitiva, construye una ventaja competitiva sólida y duradera que no depende de las fluctuaciones del día a día. La apuesta por la inversión fija es una declaración de liderazgo, de confianza en el propio proyecto y en el futuro, un paso indispensable para dejar de ser un actor local y convertirse en una referencia a mayor escala. La transición de una visión inversora a un proyecto ejecutado a menudo se topa con un obstáculo crítico: obtener financiación en condiciones favorables. Para muchas pymes y autónomos, la falta de garantías suficientes sigue siendo un cuello de botella que frena su potencial. Es precisamente en este punto donde la figura de una sociedad como Iberaval se vuelve trascendental, actuando como el puente que une la ambición empresarial con los recursos financieros necesarios. Iberaval no es un actor más en el panorama financiero; es la SGR más activa de España, y su liderazgo se traduce en impacto real. La entidad concentra el 24,4 por ciento de toda la acción financiadora del sector y aporta el 21,2 por ciento del riesgo vivo del país. Esta magnitud operativa se traduce directamente en una ventaja competitiva para las empresas a las que respalda. Gracias a su escala y a su rol sistémico, Iberaval posee una capacidad de negociación privilegiada con las principales entidades financieras. El resultado es mejores condiciones en plazos y tipos de interés, democratizando un crédito de calidad que, de otro modo, estaría reservado para las grandes corporaciones. Y ese valor estratégico de Iberaval reside en su capacidad para impulsar la inversión productiva. Aunque en términos porcentuales ese capítulo de a poyo a sus más de 40.000 socios representa aproximadamente un tercio del importe facilitado, la labor de esta SGR se sustancia en cifras cada vez más relevantes. Sólo en 2024 respaldó 218 millones de euros destinados a proyectos de inversión. Esta cifra convierte a Iberaval, en términos absolutos, en el mayor catalizador de la inversión productiva del sector SGR, rompiendo la falsa dicotomía entre liquidez y crecimiento. De hecho su compromiso abarca todo el espectro empresarial. Desde el apoyo decidido al emprendimiento hasta el respaldo a micropymes. Esta capilaridad demuestra un profundo conocimiento de la base económica y un compromiso con su desarrollo. Además, la confianza que administraciones públicas como la Junta de Castilla y León, el Gobierno de La Rioja o la Xunta de Galicia depositan en Iberaval para gestionar programas como los fondos Feder o los Next Generation de la UE, subraya su imagen de fiabilidad técnica y solidez ejecutiva. El acceso a financiación adecuada resulta esencial en la inversión en innovación tecnológica y sostenibilidad de cara a impulsar la competitividad, y entidades como Iberaval están desempeñando un papel decisivo para que proyectos de alta complejidad técnica logren materializarse. Dos ejemplos ilustran esta tendencia: la navarra Norpoo y la gallega Bioflytech, iniciativas que combinan investigación aplicada, eficiencia energética y un enfoque de mercado global. En Tudela, la tecnológica Norpoo desarrolla un sistema inédito que integra en un único dispositivo un cargador de vehículo eléctrico y un inversor solar, ambos controlados por inteligencia artificial. La empresa trabaja en un desarrollo de 36 meses que aspira a optimizar la recarga del vehículo y el consumo energético doméstico mediante decisiones automáticas basadas en datos sobre la red eléctrica y el estado de la batería. El proyecto, enmarcado en el Perte del vehículo eléctrico, ha recibido el respaldo financiero de Iberaval, que ha facilitado los avales necesarios para iniciar la inversión. Javier Gamen, socio de la compañía considera que, sin ese apoyo, la ejecución del plan habría resultado inviable. La iniciativa, con una clara vocación exportadora, refuerza la proyección de Norpoo en el mercado internacional al situarla entre los primeros desarrolladores europeos de soluciones energéticas inteligentes. A cientos de kilómetros, en Galicia, Bioflytech impulsa una de las mayores apuestas biotecnológicas en el ámbito de las proteínas sostenibles. Su nueva planta en Palas de Rei (Lugo) transforma hasta 12.000 toneladas de larva de la mosca soldado negra al año para producir harina proteica, grasa funcional y compost orgánico. Se trata de un modelo de economía circular con alto valor añadido, que permite sustituir insumos tradicionales por alternativas sostenibles y competitivas. La compañía, pionera en España y con tecnología propia, ha contado también con el respaldo de Iberaval para agilizar la inversión industrial y consolidar su capacidad de producción. El proyecto gallego evidencia el potencial de la biotecnología para reindustrializar el territorio desde una perspectiva verde. Con la ampliación prevista, Bioflytech multiplicará por cinco su capacidad de procesado, contribuyendo al liderazgo europeo en proteínas alternativas y reforzando la autonomía alimentaria, según expone su CEO, Jesús Rodríguez. Ambas experiencias confirman que la innovación requiere capital paciente, socios financieros especializados y una visión estratégica que integre tecnología y sostenibilidad. En ese contexto, el apoyo de Iberaval se ha convertido en una herramienta eficaz para transformar ideas ambiciosas en proyectos industriales tangibles con impacto económico y ambiental duradero.