Toledo, la «ciudad expandida»

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Es evidente que las ciudades actúan como polos de atracción de población y que desde mediados del siglo pasado ese crecimiento se expande desde los municipios centrales a los más próximos, integrándolos en 'áreas metropolitanas' como Barcelona o Valencia, o en lo que el INE califica de 'áreas urbanas funcionales', espacios de actividad laboral y complementariedad de funciones. En Francia, esa integración se resuelve mediante la fórmula de la 'aglomeración urbana', con personalidad jurídica, presupuesto autónomo y capacidad de recaudar impuestos locales. Por supuesto, no estamos en Francia ni en Barcelona o Valencia, pero sí ante la incuestionable interdependencia entre los pueblos de Toledo y el municipio central, por lo tanto, ante la necesidad de cooperación más allá de la existente para el transporte y la gestión de residuos. Es de esperar que la prevista reforma de la Ley de Ordenación del Territorio y de la Actividad Urbanística de Castilla-La Mancha (LOTAU) avance en el desarrollo de instrumentos supramunicipales que den forma jurídica y operativa al 'área metropolitana' de Toledo , de modo que, entre otras cosas, se resuelvan carencias locales de financiación arrastradas desde los orígenes de nuestro modelo autonómico, nunca abordadas por el Estado y menos por las comunidades autónomas. Con este artículo queremos poner de manifiesto la necesidad de superar el marco local para la planificación del territorio . Se trata de partir de una 'área urbana funcional' o 'metropolitana' que ya existe y no debería ser ignorada a la hora de elaborar y aprobar un nuevo POM para nuestra ciudad. La dimensión metropolitana es un fenómeno universal que reconocemos en cualquier urbe, cuyos límites administrativos se ven desbordados funcional y socialmente, como lo fueron sus murallas en el siglo XIX . Hoy, los pueblos próximos a Toledo están habitados por una mayoría de personas que trabajan, estudian en la capital y llenan a diario sus estacionamientos junto al río, el Circo romano y la Vega Baja, con notable impacto sobre el paisaje, el medioambiente y el patrimonio. Eso y el que el 45% de la población de la aglomeración toledana resida en pueblos no puede ser ignorado a la hora de planificar el desarrollo urbano de Toledo , y más cuando el modelo de los POM derivados de la primera Ley del Suelo, de 1956, da pruebas de agotamiento por ser excesivamente cerrados y rígidos para una realidad espacial y social que no es la de entonces y que exige un «planeamiento adaptativo» y «de la restauración» para ser resiliente y sostenible. En el modelo de 'ciudad expandida' que se ha impuesto, los planes convencionales se convierten en irrealizables o poco operativos, lo que en Toledo entendemos bien al comprobar que su estructura urbana se ha construido en buena parte al margen de ellos. La concertación entre municipios es más necesaria que nunca , así, las infraestructuras de todo tipo, incluidas las verdes, desbordan los marcos municipales y exigen nuevas respuestas. En Madrid, el proyecto de 'bosque metropolitano' ha requerido la puesta en marcha del 'cinturón verde' por la Comunidad de Madrid. Y si eso sucede con las infraestructuras, no digamos con la vivienda y el resto de servicios, incluida la movilidad y la atención asistencial. Por eso, el Ayuntamiento de Toledo no puede permanecer impasible ante estas cuestiones y seguir centrando su interés en nuevos desarrollos urbanísticos que aspiren a un incremento poblacional a cualquier precio, añadiendo nuevos islotes residenciales al actual 'archipiélago toledano' . Lo único que se conseguirá es añadir complejidad a la ciudad, provocar impactos no deseados sobre el paisaje y el medioambiente e incrementar dificultades de movilidad con aumento de contaminación y deterioro de la calidad del aire. Actualmente, no se puede continuar con un modelo «despilfarrador» que no tenga en cuenta los suelos urbanos ya disponibles en la capital y en su «área funcional» o «metropolitana». Hay que superar un urbanismo basado en la creación constante de suelo para una población de escaso crecimiento dentro de su término municipal: el más bajo de las capitales limítrofes de Madrid desde 1950, excepto Segovia, que ha pasado de 55.942 habitantes en 2005 a 51.525 en 2024, a pesar del entusiasmo desarrollista suscitado en su día por la llegada del AVE . No parece tampoco muy probable que los madrileños se sientan más atraídos por desarrollos urbanísticos en Toledo que por otros en la Comunidad madrileña y en la Sagra, con precios inferiores a los 1.186€ por metro cuadrado de la ciudad de Toledo y a menor distancia de sus lugares de empleo. Tampoco se puede obviar la oferta residencial del 'área metropolitana' toledana, con precios por debajo de Toledo y una calidad de vida por encima , lo que cuestiona que sus tasas de crecimiento se puedan explicar por la falta de viviendas dentro del municipio toledano. Por lo pronto, esas localidades atraen población de la capital especialmente desde los años ochenta, sin que decreciera ese efecto tras la aprobación del PGMOU de 1986 y sus consiguientes desarrollos urbanísticos. La 'atracción metropolitana' ha estado basada en suelos más baratos, en urbanizaciones de unifamiliares en contacto con la naturaleza , en condiciones de mayor calidad de vida, de facilidades de encuentro con los vecinos, en la rápida satisfacción de bienes de primera necesidad y en oportunidades de gestión más ágiles con sus administraciones locales. A eso se contrapone la realidad de muchos barrios toledanos, aislados y distantes unos de otros, sin continuo urbano, carentes de vida de barrio y con dependencia del automóvil para todo asunto. Y no digamos la situación de un Casco histórico que expulsa población por problemas estructurales, incluso en el último año, por condiciones de habitabilidad alejadas de los estándares contemporáneos , por falta de políticas integrales de recuperación, por pérdida de variedad funcional y por estrategias que anteponen los usos turísticos a cualquier otro interés. A su vez, la creación de grandes superficies comerciales y de ocio alejadas de la ciudad, conforme el modelo de vida norteamericano, como la 'Abadía' y 'Luz del Tajo' , pensadas también para la demanda de los pueblos, ha alterado espacios consolidados y envejecidos, como Reconquista, Santa Teresa y Palomarejos, provocando el cierre de centros de barrio y el declive de comercios de calle. Y todo eso sin entrar en las contradicciones territoriales que genera la concentración de servicios hospitalarios en Santa María de Benquerencia, sin previsiones previas para facilitar su acceso y la movilidad, lo que añade dificultades de gestión a un municipio de 86.526 habitantes y una «ciudad expandida» de 159.669, si consideramos los pueblos de su entorno. En este contexto, suponemos que el nuevo POM tendrá en cuenta los condicionantes patrimoniales, medioambientales y paisajísticos de una ciudad con significados universales , reconocidos por el Estado y la Unesco, y que también será consciente de la complejidad de una ciudad de barrios dispersos y con una corona de municipios integrados en una 'área metropolitana' funcional, asimismo dentro de la influencia de la aglomeración madrileña. De ahí que el nuevo POM se presuponga «adaptativo» a la realidad existente, como el nuevo PGOU de Madrid. Desde luego, no se pueden obviar los condicionantes patrimoniales, medioambientales y paisajísticos de Toledo, unas previsiones de crecimiento demográfico escaso y la presencia de un parque residencial susceptible de movilización, al menos parcialmente, siempre que se corrijan distorsiones inmobiliarias y se aseguren garantías frente al impago y la ocupación ilegal. Según el 'Censo de población y viviendas' de 2021, en Toledo había 8.176 viviendas no principales, de uso secundario y vacías, y 11.602 en su área metropolitana, lo que proporciona claves para afrontar un problema habitacional agravado por la escalada de precios , movimientos especulativos y la ausencia de parque residencial público de alquiler. También hay que avanzar en el control de los usos turísticos y eliminar incertidumbres del mercado. En todo caso, los datos señalados y la existencia de suelos urbanos aún sin construir en Toledo y en su 'área metropolitana' deberían servir para reducir la creación de suelos con fines prioritariamente especulativos, sin estudios que cuantifiquen la demanda real de viviendas, sabiendo que el 28% de los hogares toledanos son de una sola persona y el 26% de dos, lo que no se corresponde con el tamaño de viviendas ofertado predominantemente por el sector inmobiliario. La existencia de una 'área metropolitana' con un crecimiento medio de población de 291 respecto al índice 100 en 1950, frente a sólo el 215 de Toledo, el 1.456 de Cobisa o el 1.304 de Argés, es una realidad de la que no se puede prescindir. Del mismo modo, niveles de renta personal superiores a los de la capital en Cobisa o casi iguales en Olías del Rey confirman que los que han fijado en ellos su residencia lo han hecho por las razones de oportunidad y calidad comentadas. Todo obliga a reflexionar, una vez más, sobre la ciudad que queremos , que ya no puede ser sino lo que es, una 'ciudad expandida' de 159.669 habitantes, necesitada de gestión y cuando menos de coordinación para resolver carencias y abordar desafíos de un territorio que ha de ser sostenible, resiliente y respetuoso con los valores patrimoniales, medioambientales y paisajísticos que lo hacen único y referente de la cultura universal.