Os cuento una anécdota: hace algunos meses fui a Granada a presentar mi segundo libro. No pude hacerlo porque no acudió nadie. Os cuento otra: la semana pasada estuve dos días en la Feria del Libro de Sevilla para firmar ejemplares. El primer día firmé la redonda cifra de cero libros; el segundo, la singular cantidad de uno (¡gracias, amable lectora!).Estos datos podrían dar la imagen de que mi libro ha sido un rotundo fracaso y que, por ende, mi trabajo como escritor debe tratarse de tal manera, pero esta no es en absoluto la sensación que yo tengo. El libro ha llegado a cuatro ediciones, ha recibido palabras elogiosas de algunos de los mejores críticos literarios del país, apareció en algunas listas de los mejores libros del año y, en general, ha contado con la aceptación de los lectores. También realicé actos que considero exitosos en ciudades como Madrid, Valencia o Valladolid. Creo que mi libro en este tiempo ha librado una buena guerra, lo cual no quiere decir que no haya perdido algunas batallas. ¿Y sabéis qué? No pasa absolutamente nada por morder el polvo de vez en cuando.Vivimos en una época en la que aparentar éxito es fundamental. No podemos permitir que los demás piensen que no somos divertidos, intrépidos o aventureros, que no viajamos, que no comemos cosas ricas, que no nos tostamos al sol en la playa. Estamos en un momento en el que nos preocupa que otras personas crean que no sabemos disfrutar de la vida como es debido. Como si debiéramos algo, como si no fuera suficiente vivir viendo pasar los días del plácido modo que a uno más le guste.Reconozco que yo también tuve la tentación de hacerme una foto firmando aquel único libro en Sevilla y decir que el evento había sido todo un éxito. Nadie (excepto los perplejos libreros que me acompañaban) sabrían que estaba falseando la realidad, y los lectores tal vez pensarían que mi libro era una sensación allá donde iba. Pero, ¿para qué hacer eso? ¿Para qué negar que de vez en cuando la vida nos pone en nuestro sitio? Creo que es bonito mostrar nuestro éxito, pero aún lo es más reconocer aquellos momentos en los que las cosas no salen como queríamos. A todos nos pasa. No todas las novelas de Auster son magistrales. No todas las canciones de Rita Payés erizan la piel. No todos los penaltis que tira Messi acaban en el fondo de la red.Voy con una última anécdota: hace unos años, los Berri Txarrak, uno de mis grupos de rock preferidos, iban a dar un concierto en una ciudad francesa. Hasta el momento estaban llenando las salas de decenas de ciudades europeas, pero aquel día, de forma inesperada, encontraron que sólo una persona había acudido a verlos actuar. Dudaron qué debían hacer y decidieron que ese fan merecía el espectáculo por el que había pagado, así que tocaron para él. ¿Puede un fracaso engrandecerte? Berri Txarrak demostraron que sí. Así que, naturalicemos el fracaso y, cuando nos ocurra, cantemos y bailemos lo más enérgicamente que podamos. Ese fan, que a menudo no somos más que nosotros mismos, merece que lo demos todo para continuar el camino con la barbilla alta.