Cuando tenía 13 años, Marko Kalirhe, un cultivador de café de 46 años que vive en Kivu del Norte (República Democrática del Congo, RDC), perdió a sus padres y tuvo que hacerse cargo de su familia, de siete personas. Cultivar café, un oficio que había aprendido de sus padres, fue su manera de superar las dificultades y le permitió, durante décadas, enviar a sus hermanos y después a sus propios hijos a la escuela. Pero ahora, tras huir de su finca por los combates en el este de la RDC, que se intensificaron a principios de este año, Kalirhe ve cómo se desvanece poco a poco el medio de vida que había construido. Seguir leyendo