Lina Morgan vivió la mayor parte de su vida en un piso del madrileño barrio de Niño Jesús, bastante cerca del Parque del Retiro. Justo al lado se encuentra otro edificio en el que residió el dibujante Antonio Mingote. A un vecino de ambos, de nombre Ignacio Cuenca , le causaba extrañeza que, mientras que el de Sitges cuenta desde hace años con una placa en su honor en la fachada de su inmueble, no sucedía lo mismo con la actriz . Y un día se animó a ponerse en contacto con el Ayuntamiento de Madrid para proponerle la idea. A fin de cuentas, pensó, si Mingote fue un maestro del humor español, hablar de Lina es hacerlo de una artista que se echó a la espalda setenta obras de teatro, veintisiete películas y nueve series de televisión. «Lo pregunté a través del Buzón Ciudadano del Ayuntamiento, que funciona bastante bien, y al cabo de un par de meses me dijeron que mi propuesta había pasado por el estamento encargado y que había sido aprobada la colocación de una placa en su edificio ». Después de eso envió un mensaje privado a través de Instagram a Mónica Pont , compañera y amiga de Lina, y esta a su vez le puso en contacto con Jesús García Orts , autor de la única biografía de la actriz , que en las últimas semanas ha usado sus redes sociales para informar del asunto a los fans de la interfecta. El acto de homenaje tendrá lugar el próximo día 15 de octubre, a las 12 horas, en el número 12 de la calle Samaria. Aquí, y más concretamente en el sexto piso, fue donde Lina Morgan, nombre artístico de María de los Ángeles López Segovia , estableció su cuartel general en 1973. Era una época en la que ya nadaba en abundancia, amén del suculento contrato exclusivo (dos millones de pesetas por película) firmado con el productor José Antonio Cascales y de ese otro, también millonario, que suscribió con los productores Julián Esteban y Luis Méndez , responsables de sus cuatro últimas películas como protagonista. Al poco de instalarse en Samaria, la actriz abrió las puertas de su casa a algunas revistas del corazón, gracias a las cuales los curiosos descubrieron que el piso tenía más de 300 metros cuadrados, estaba en una urbanización con piscina y portero 24 horas, y era «sumamente elegante y de un exquisito gusto», entre otras cosas porque había sido decorado por su hermano José Luis . Este regentaba entonces una tienda de muebles y decoración que su hermana le había montado y, a lo largo de su vida, ejerció de empresario teatral y llegó a dirigir dos empresas de la actriz: Telasa, dedicada al alquiler de inmuebles, y Espectáculos Latina S.A., destinada a sus proyectos artísticos. «Le debo más que a nadie. Es mi empresario. Siempre creyó en mí, me ayudó… Fue y es mi mejor crítico », comentó una vez Lina sobre José Luis, por quien sentía auténtica devoción. También sentía amor y cariño por esa casa que al fin pudo comprarse y que, para ella, era la recompensa a tantos años de trabajo duro y sacrificio. Mucho había llovido desde que naciera en el año 36 en el número 4 de la madrileña calle de Don Pedro, de Madrid, en el seno de una familia tan pobre como numerosa que apuraba para llegar a fin de mes. «A mí, lo que me gustaba era bailar, mi hermano y yo íbamos a un colegio del Ayuntamiento que nos teníamos que llevar la silla y todo, y por mediación de un profesor fui con una beca al Conservatorio, y estudié danza. Y entonces un productor montó una compañía infantil y ahí me enrolé, aparte de que a mis trece años tenía que ayudar en mi medida al mantenimiento de mi casa. Y luego ya entré de vicetiple, precisamente en una compañía de [Matías] Colsada , en el teatro Ruzafa de Valencia». Como bien señalan los responsables de la docuserie de Movistar Plus+ Lina (2024), mientras unos trataban de convencerla de que, midiendo apenas 1,63, jamás llegaría a ser bailarina profesional , otros la incluían en los cuerpos de baile que acompañaban a las grandes vedettes de los años cincuenta y sesenta. «Y es en una de esas noches de teatro madrileño cuando le toca salir a escena e interpretar esas conocidas estrofas de 'El Pichi, el chulo que castiga' y tiene que repetirla hasta tres veces por aclamación del público ». Pero su verdadero salto al estrellato se produjo en los años sesenta, década en la que empieza a rodar comedias populares que la llevan a convertirse en la actriz más taquillera de la historia de nuestro cine , aparece en los programas más populares de TVE y forma con el actor cómico Juanito Navarro una pareja teatral imparable. En cuanto empezó a ganar dinero, se prometió que su familia tendría las mayores comodidades posibles. De un piso alquilado en los años cuarenta en la céntrica calle Hortaleza, donde su hermano mayor Emilio vivió con su mujer y tuvo a sus hijos, los López Segovia pasaron a ocupar otro que Lina adquirió en 1968 en la calle Villafranca, no muy lejos de la plaza de Las Ventas. Y desde ahí se mudaron a Samaria, donde contaban con chófer y servicio doméstico. Entre esas cuatro paredes celebraron juntos los principales éxitos de la actriz, que en cuestión de pocos años montó su propia compañía de revista y compró a plazos el mítico teatro La Latina , en el que durante años representó espectáculos como ¡Vaya par de gemelas!, El último tranvía y Celeste no es un color, que batieron récords de recaudación. Los tres hermanos solteros, José Luis , Julia y la propia Lina, eran una piña. Alguna que otra vez, la mediática de la familia comentó que había comprado su piso de Retiro para vivir allí con ellos y con sus padres. También repetía que no sentía deseos de independizarse y que tampoco había encontrado ningún hombre con el que le apeteciera convivir . Pretendientes y amantes tuvo varios, en contra de la creencia popular. Con Manolo Zarzo , por ejemplo, vivió un noviazgo de lo más casto cuando ambos eran adolescentes. Luego estuvo saliendo con un chico de familia bien cuyos padres se opusieron a la relación por no ver con buenos ojos el mundo artístico. Y ya en la adultez mantuvo relaciones con dos señores casados . Uno de ellos, el empresario ganadero José Martínez Uranga , alias 'Choperita', le llegó a ofrecer la posibilidad de irse con él a América, donde tenía rentables negocios, pero la actriz lo rechazó por sus creencias religiosas y su resistencia a romper matrimonios. El otro fue el productor Julián Esteban , su última pareja conocida, con el que estuvo liada hasta 1985. Según algunas fuentes, ambos solían verse en privado, pero también acudían juntos a los estrenos y, cuando tocaba posar en el photocall, se separaban corriendo . Y es que si algo caracterizó a Lina fue su discreción. Cuando la periodista Maruja Torres le recordó en una entrevista que era una de las artistas que más celosamente guardaban su intimidad, ella le restó importancia al asunto. «Es que es fácil. Para empezar, si salgo con un señor con el que no quiero que me vean, voy a un sitio en el que no hay periodistas, que en Madrid hay montones. Claro que, si te vas a Bocaccio y te pones en el escaparate, por mucho que te tapes la cara cuando veas a un fotógrafo.... Yo, además, soy mujer de pocas entrevistas, y si alguna vez me he encontrado con alguien pues les he dicho 'por favor, no me hagáis nada con este señor porque nos podéis perjudicar', y no me lo han hecho... Si una quiere, se guarda la intimidad ». No solo protegía la suya, sino que también velaba por la de su gente. Por eso mismo se llevó un cabreo de aúpa cuando en el verano del 95 una revista publicó unas imágenes en las que ella aparecía paseando por las calles de Marbella con su hermano, entonces enfermo de sida y visiblemente demacrado . José Luis fallecería en noviembre de ese mismo año, en el piso de su hermana, pero pocos se enteraron del asunto entonces. «Cuando José Luis muere, velan su cuerpo en casa y Lina da instrucciones a Daniel Pontes , primero taxista de su madre y más tarde su asistente y persona de confianza, para que se encargue de llamar a la funeraria. En el edificio había un portero de día y otro de noche, pero en el cambio de turno había diez minutos en los que no estaba ninguno, así que se aprovechó ese rato para bajar el cadáver. Lo sacaron a la calle por el garaje , porque en la puerta principal siempre había reporteros esos días», cuenta García Orts, que próximamente publicará una edición revisada y actualizada de su biografía de Lina. No fue hasta enero de 1996 cuando la actriz contactó con el director de ABC, Luis Marían Anson , para contarle lo que había pasado y pedirle que hiciese pública la noticia. En la rueda de prensa para presentar Hostal Royal Manzanares, el último contrato que su hermano firmó para ella, Lina explicó que había actuado así porque quería afrontar el duelo de forma tranquila y porque, además, esa Navidad se emitía un programa especial que había grabado para TVE y no quería que la gente lo sintonizara solo por el morbo de ver cómo estaba ella tras haber sufrido un varapalo como ese. Dicen que el trabajo se convirtió por un tiempo en un gran refugio para Lina, que mientras rodaba la exitosa Hostal Royal Manzanares fue diagnosticada de cáncer de garganta , aunque llevó en secreto el asunto y, de hecho, quiso seguir trabajando para no levantar sospechar. Varios años después, tras rodar cameos para series como 'Aquí no hay quien viva' o 'Escenas de matrimonio', se retiró del foco mediático y pasó a llevar una vida bastante tranquila. Cuentan que en sus últimos años salía a cenar con amigos como Raúl Sender pero pasaba la mayor parte del tiempo en casa, donde recibía la visita de gente como Mónica Pont o el padre Ángel , al que en más de una ocasión ofreció su ayuda altruista. Allí cuidó también de su hermana Julia, que de joven trabajó como su secretaria y, ya de mayor, compartía con ella vivencias, aficiones… ¡y hasta habitación! Cuando la susodicha murió en 2012, el mundo se le vino abajo a la actriz . Al año siguiente fue ella la que tuvo que pasar varios meses hospitalizada por culpa de una neumonía. Tras salir del hospital se recluyó en su piso por voluntad propia, ya que era una mujer coqueta y no quería que nadie presenciara su deterioro físico, y allí se mantuvo rodeada de las pocas personas que formaban parte de su círculo, compuesto por Daniel Pontes, su mano derecha y el hombre al que nombró tutor legal cuando cayó enferma , y sus empleadas de hogar, que para ella eran como de su familia. En su morada cerró los ojos a la vida el 19 de agosto de 2015 . El destino de sus bienes se convirtió desde entonces en un tema recurrente en las tertulias del corazón. Como ya habían estirado la pata sus hermanos, y además hacía años que no tenía relación con sus sobrinas, quienes por lo visto solo la buscaban por interés, decidió nombrar heredero universal a Daniel Pontes. «Lina solo tenía a su nombre un coche Jaguar y ese piso de la calle Samaria que, una vez fallecida, se vendió», apunta su biógrafo. «Como además era una mujer precavida, en sus últimos años se fue deshaciendo de todo: sus abrigos de piel, sus joyas,... También puso a la venta el coche y los pisos que tenía su hermano después de que este falleciera. En 2010 vendió el teatro La Latina y, con lo que le dieron, pagó algunas deudas pendientes. Y también seguía recibiendo dinero por tema de derechos de imagen y royalties». Daniel sigue viviendo hoy día en su piso en Alcorcón y, según asegura, todavía no ha cobrado ni un céntimo de la herencia por diversas circunstancias.