Testigo directo de 'Bernarda y Poncia'

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Acomodado en mi butaca delantera, soy testigo directo de 'Bernarda y Poncia' , mientras pienso en la necesidad del espectador de gozar de las cosas imprescindibles que desprende la vida. Desojo la margarita, absorbido por el montaje que ven mis ojos que ya considero como una de las funciones imprescindibles de las representadas durante estos últimos años, con que me decanto por la sutileza íntima del texto dirigido por Manuel Galiana, un director que invade con su experiencia el mundo teatral, aportando un sentido escénico único durante gran parte de nuestras vidas. El texto, escrito por la autora toledana Pilar Ávila, natural de Villaminaya, cuya formación actoral se remite nada menos que a John Strasberg, Begoña Valle, José Carlos Plaza o Manuel Galiana, con quien comparte gran parte de su trayectoria profesional, se aleja de la idea partidista imperante en un sector de la sociedad, a la vez de distanciarse del propagandismo, e indagar en un amplio proceso que conduce a la autora a destinar su esfuerzo literario a la investigación a ultranza de sus dos personajes principales, interpretados a la perfección por ella misma y Pilar Civera , ambas con un bagaje profesional dilatadísimo y digno de mención. Asistí junto a mi hija Sara a la representación, en cartelera en el Teatro Lara de Madrid, y pudimos emocionarnos profundamente viendo una función arriesgada y diferente , donde la ficción inunda de una realidad extraordinaria el asunto tratado en la obra. La pasión dialogada del texto, inteligentemente hilada a la razón de ser de sus dos personajes, antagónicos por naturaleza, y entrañables por definición, adquiere una hermosura inusitada en la delicadeza inmemorial de las palabras y el mundo íntimo al que transporta al espectador, obligado sobremanera a guardar un silencio en permanente conjunción con el propio silencio impuesto por la historia que desarrollan las formidables actrices, durante casi noventa minutos. Porque, al igual que Pilar Ávila, yo soy de la tierra , y a la tierra tenemos que agarrarnos con esta formidable escritora que riega las raíces de los sentimientos arraigados a la misma, y no solo les hablo de emoción, esa rareza denostada muchas veces que bien pudiera formar parte de vidas encorsetadas por falsas adherencias sentimentales, como muchas de las nuestras, sino que hablo de una realidad imprescindible que cerca el corazón. El universo lorquiano, atrevido con el tema de raíz popular en 'La casa de Bernarda Alba' bien puede quedarse tranquilo, 'Bernarda y Poncia', desembarcan, de forma nada intermitente, igual que desembarcó el poeta andaluz en América, en los recuerdos enlazados con el dime qué dije, dime qué haré, dime cómo sucedió, dime dónde terminarán mis huesos después de tantas cosas entre nosotras, o sea, entre las protagonistas que fulminan la mirada todo el tiempo del espectador que permanece sentado en su butaca , y no deja de asombrarse hasta que todo acaba y de pronto, por arte de magia, el balcón de ese mundo único se abre para que el aire viciado de temores y temblores impuestos de paso al aire libre y entre por la ventana. Para terminar, el equipo, integrado por la intérprete y dramaturga, su fiel escudera Pilar Civera, diseñadores de iluminación, música, vestuario, escenografía, decorado, fieles a la idea, forman un conjunto compacto que si algo trasmite es la propia forma de invitarnos a participar en silencio con todo el entramado que entraña embarcarse en un montaje que sin duda hace las delicias del público. Nada se extraña más que lo que no se puede ver y yo les animo a que lo vean con sus ojos para que sean testigos directos de la representación, y si buscan una respuesta, empujen la puerta. Ellas tienen la contestación exacta a su mejor secreto guardado con llave. Ojalá 'Bernarda y Poncia' derribe pronto las puertas del Teatro de Rojas de Toledo . Sin duda no les dejará indiferentes. Mi más sentida enhorabuena a las dos Pilares.