Es recurrente en mi familia la anécdota de cuando mi abuelo, ya septuagenario, saludó afectuosamente a un conocido de su quinta por la calle. Intrigados, sus hijos le preguntaron quién era aquel señor, a lo que respondió: «un chico del pueblo». La anécdota es recurrente porque de «chico», en referencia a la edad, a sus hijos les pareció que tenía bien poco. Hacía ya muchos años que no vivía en el pueblo, lo había dejado muy joven y sólo iba muy de vez en cuando. Mi abuelo conservaba algunos amigos de familia que siguen siendo a día de hoy grandes clásicos. ¿Clásicos de qué? Del saber estar, del cariño y del comportarse como hay que comportarse en la vida. Estos clásicos viven no muy lejos del incendio. ¿Qué es ser «un chico del pueblo»? Hay una unión, unos valores cada vez más ausentes en la sociedad; hay un ser de aquí y no querer irse. Esta unión y estos valores son los que nos han salvado estos días en una escena no lejana a lo que ya sucedió en octubre. Esta semana, mientras los políticos se ponen medallas por pedir ayuda a la Unión Europea, León entierra a dos chicos del pueblo de los que ya no quedan y que no volverán a haber. Inés Suárez-Lledó . León El pasado 15 de agosto, nos dejó el expresidente de Aragón Javier Lambán, un político aragonés noble y leal, de los que te puedes fiar. Aunque era tozudo, siempre fue un hombre de palabra, y por lo tanto, difícil de manipular, como pretendía su actual presidente del partido, el Sr. Sánchez. Salió díscolo y crítico, y lo demuestraron sus diferencias en la Ley Amnistía y la financiación singular para Cataluña. Porque una cosa es ser socialdemócrata y otra pretender un apoyo al indigno al proceder de este Gobierno. Descansa pues en paz, querido Lambán, y disfruta de tu último destino que Nuestro Señor sin duda te tiene reservado por haber sido una persona cabal y siempre fiel a sus principios y convicciones. Adolfo Costas Gascón . Pontevedra