Ni 'Weapons' ni 'Devuélvemela': la película de terror más inquietante del verano se ha estrenado en streaming

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En un panorama de terror reciente lleno de obras que dan titulares, como Weapons o Devuélvemela, para las pequeñas producciones europeas resulta complicado rascar un pequeño hueco en la cartelera, pero, sin hacer mucho ruido, Filmin ha estrenado estos días una de las películas más estimulantes del género este año, la espeluznante Fréwaka. Tras un recorrido por festivales con bastante tracción en 2024, el segundo trabajo de Aislinn Clarke muestra una evolución y madurez inusitada tras sus primeros paso en el cine de género.Contenida dentro del marco del Atlántida Mallorca Film Fest, y tras un paso muy positivo por Sitges, llega esta reválida de la autora de The Devil's Doorway, una aproximación a los mismos temas de represión religiosa, pero con una óptica menos concreta. Donde su primera película jugaba al found footage en una de las infames Lavanderías de la Magdalena, en su nuevo trabajo deja entrever que su atormentada protagonista ha sido una de las víctimas de esas cárceles para jovencitas descarriadas, posiblemente a causa de su condición sexual.Pero su historia comienza con una Shoo ya adulta, a punto de casarse con su novia, aceptando un trabajo de cuidadora para sanear su economía, y por un momento pensamos que los derroteros seguirán el camino de películas de horror geriátrico recientes como La abuela o Relic, donde se juega la carta de la degeneración mental y todo un grupo de clichés relativos, que en este caso dan paso a una historia mucho más clásica, en los derroteros del cine gótico, con maldiciones familiares y leyendas ancestrales de Irlanda.'Fréwaka': crítica de la película de terrorFréwaka es pequeña pero, sin ser lo más original del mundo, logra transmitir escalofríos contenidos, de los que no recurren a sustos de volumen ni trucos baratos, solo de los que salen de las historias contadas de forma oral que saben mover la sugestión hacia una fina línea en la que no sabes si lo que pasa se lo imaginan los personajes o es real. Todo aderezado con una cubierta folk horror, que aunque se ponga las galas de Midsommar, no puede ser más diferente en este caso. Sí, están presentes festividades con cariz pagano, extrañas, con iconografía familiar, pero no se celebran para sacrificar a un incauto turista.Aquí son un complemento, una consorte del mal que tiene una naturaleza feérica, no religiosa, casi la conjuración de los temores de todo un pueblo, expuestas y exorcizadas a través de procesiones y danzas con atuendos de paja y máscaras. Parte de esa imaginería aparece como ornamento siniestro de un espacio liminal—o un estado mental—al que se accede por un sótano misterioso y prohibido. También son el anuncio para volver a casa cuando el pueblo queda desierto, cuando las presencias salen a reclamar su parte de viejos pactos que no se condonan con la edad.La idea de estar sola en las calles vacías al final de la tarde, y los rituales para calmar a los Na Sídhe, entidades diabólicas cuyo objetivo final define el verdadero horror de la película, complementan un relato de trauma generacional, de transmisión oral, como los cuentos, porque tiene un punto de autoconvencimiento y paranoia, más que de una verdadera exploración de la herencia de un trastorno. Hay más de la imposibilidad de salir de una cultura que ata, marca y aprieta las posibilidades de emancipación real de la mujer en la sociedad irlandesa.No sorprende este enfoque, decididamente feminista, ya que Clarke sigue la estela de toda una generación de autoras británicas que están utilizando del cine de terror como plataforma para discutir roles asumidos, reevaluar el papel de las organizaciones de tradición patriarcal en las islas o simplemente ofrecer un punto de vista diferente al tradicional por el simple hecho de tener una oportunidad. Si Kate Dolan converge con su compatriota en la actualización de ciertos mitos irlandeses como los cambiaformas, tenemos a otras como Rose Glass que han dado el salto a Hollywood.Pero tenemos también los nombres de Prano Bailey-Bond, Romola Garai, Corinna Faith o Ruth Paxton, todas pisando fuerte con debuts arriesgados, controvertidos y muy destacables, formando una plantilla que sugiere una suerte de ola, una especie de fenómeno que se está pasando por alto, quizá por la falta de un éxito de taquilla que llame la atención, quizá porque es difícil establecer una línea clara que conforme un movimiento como el nuevo extremismo francés, o sencillamente porque el interés general de todo lo que no venga de USA es sordo.Y es una pena, porque películas como Censor o Amulet merecen tanto debate o reconocimiento como cualquier trabajo de Oz Perkins o Ti West, o, como poco, ofrecen al menos un prisma distinto de los recursos de siempre. Por ello, Fréwaka no es una película destinada a cambiar el panorama del género, sino una pequeña historia de miedo—la primera íntegramente en irlandés—con un par de actrices convincentes y una confianza a la hora de plasmar las escenas más inquietantes que se echa en falta en algunos laureados estrenos recientes.Con ella, llama a la puerta del streaming—demos gracias por las plataformas—no solo una excelente película de terror sino toda una avalancha de cine con nombre femenino y marca de calidad anglosajona esperando ser descubierta y comentada, con títulos interesantísimos como The Power o A Banquet que ni siquiera han llegado a España en ningún formato. Omisiones que quizá cambien con la aparición de este y otros descubrimientos de festival que echan un pulso al interés colectivo sin necesidad de marketing y presupuestos desorbitados.