Hace muchos años escuché de un compañero que uno puede salir del pueblo, pero que el pueblo no se va de uno. Aunque yo aún era joven, apenas recién emigrada y fácilmente impresionable, guardé en la memoria la frase del colega, consciente de que sería un mantra al que recurriría en varias ocasiones durante el resto de mi vida. Hace un tiempo, cuando ya comprendí que no es lo mismo adaptarse que encajar, al dejar de empeñarme en hacer mía la tierra que es prestada; cuanto más destinos conocí, se me descubrió todo el pueblo que hay en mí. La patria de la infancia se me antoja extensa pero segura, y sus veranos, en los que aparentemente no ocurría nada,... Ver Más