El presidente mantiene su intención de agotar el mandato e incluso se muestra dispuesto a una reunión con Puigdemont para hablar de las cuentas públicas, pese a la insistencia de Feijóo en dar por finiquitada la legislatura y activar ya el modo electoralSánchez fía la cohesión de sus socios a la “corrupción sistémica” del PP y su pelea con Vox por el voto ultra Habla Pedro Sánchez y todo es luz. Habla Alberto Núñez Feijóo y todo es tenebrismo. El presidente del Gobierno y el líder del PSOE proyectan dos Españas muy distintas, que ni se miran, ni se hablan y en la que no cabe ningún espacio de entendimiento. O todo es blanco o todo es negro. No existen matices, ni gamas cromáticas. Pedro Sánchez trata de dar sentido y profundidad a la legislatura para llegar a 2027. Y Feijóo da por finiquitado el mandato y promete una “limpieza total” de las “leyes sanchistas”. Nada nuevo en este final de curso que no se haya escuchado o visto desde 2023. El balance del periodo de sesiones de cada uno de ellos no puede ser más dispar. El del presidente del Gobierno se resume en un país que vive una de las épocas de mayor prosperidad de su historia democrática; será la economía europea que más crezca; ha batido un nuevo récord al superar los 22 millones de ocupados; la tasa de paro es la más baja desde 2008; la renta disponible real de los hogares es un 9% superior a la de 2018 y en el último año se han creado casi 50.000 nuevas empresas. Y todo gracias a un gobierno de coalición que ha aprobado 42 leyes, cumplido el 45% de los 200 compromisos adquiridos hace ahora dos años y que piensa seguir por la misma senda. Esto es “pelear cada votación, velar por los intereses de la mayoría social frente a los privilegios de las élites e impulsar una agenda social, económica y medioambiental ambiciosa y progresista”. Sánchez trató de matar con el dato oficial el relato catastrofista de un Feijóo, que anuncia para septiembre “un listado de leyes sanchistas para derogar, y otro para sustituir”. El líder del PP quiere estar listo “para que el primer día de su Gobierno sea también el último día de la etapa negra del sanchismo” y en este final de curso se ha imbuido de una supuesta responsabilidad histórica para “gobernar en coalición con los españoles”. Henchido por las encuestas amigas de cada lunes, animó a sus dirigentes a entrar ya en modo electoral para que “vuelva la luz a nuestro país”. Y no será porque Sánchez emita señales de tener en mente la disolución de las Cortes y una convocatoria electoral. Todo lo contrario. Las generales, volvió a decir, serán en 2027. Las legislaturas, sostiene, duran cuatro años y aún quedan dos, pese a los augurios de un Feijóo, al que tachó de “disco rayado”. Por si había alguna duda, se lanza a presentar los Presupuestos Generales del Estado para 2026, tras dos años con las cuentas de 2023 prorrogadas y sin haber presentado aún siquiera el techo de gasto. En todo caso, recuerda que España dispone de “una herramienta fantástica” como son los fondos europeos de recuperación, de los que se acaba de aprobar el quinto desembolso por valor de más de 24.000 millones de euros. Lo cierto es que no es la primera vez que el presidente anuncia que presentará en el Congreso de los Diputados los presupuestos y luego no lo hace. Ya se desdijo en 2024, un año en el que tras varios amagos decidió prorrogar los del ejercicio anterior en contra de lo que hizo en 2019. Cuando ERC le tumbó entonces las cuentas, disolvió las Cortes y convocó elecciones en abril. Este año, a tenor de lo que afirmó en su balance del curso político, se dispone a cumplir con el mandato constitucional y presentar las cuentas públicas. Lo que no aclaró es qué hará si no obtiene los apoyos necesarios para su aprobación: seguir adelante con una mayoría más precaria que la que hizo posible su investidura o llamar anticipadamente a las urnas. Aunque en su entorno más cercano hay quien considera que la mera presentación del proyecto presupuestario, logre o no el aval del Congreso, sería ya una declaración de intenciones para exponer ante el electorado una especie de programa electoral y para que el resto de grupos parlamentarios se retrate, Sánchez no quiso anticipar escenarios. Solamente insistió en que trabajará para conseguir el respaldo de todos los grupos, e incluso se mostró dispuesto a reunirse con Carles Puigdemont para abordar esta cuestión en persona. “Me voy a reunir con todos los interlocutores políticos para tratar estos temas y otros muchos”, respondió a una pregunta explícita sobre una hipotética cita con el ex molt honorable. Una disposición que, dicho sea de paso, no es la primera vez que manifiesta y que, de momento, tampoco se ha hecho realidad. Puigdemont no puede acudir a La Moncloa, ya que el Supremo tiene paralizada en su caso la aplicación de la amnistía, y en el Gobierno nunca se planteó que el presidente se desplazase al extranjero para verse con el líder de Junts. A su juicio, la Ley de Amnistía se aprobó para “superar” la situación que se vivió durante el proceso independentista de 2017 y España “es un país que mira hacia adelante al año 2027, no al año 2017. Por tanto, me reuniré con todos ellos para tratar estos temas y otros muchos”, indicó. El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijó, preside la reunión del Comité Ejecutivo Nacional del partido, a 28 de julio de 2025, en Madrid (España). Pese a la insistencia de la derecha de instalar en la conversación pública un marco de fin de ciclo y unas inminentes elecciones generales, Sánchez mantiene intacto –al menos, en apariencia– un optimismo que sustenta en las buenas cifras económicas y en la disputa del PP con Vox por el electorado ultra. El caso Montoro le ha servido también como respiro, tras el encarcelamiento de su ex secretario de Organización, Santos Cerdán, a quien no se refirió en ningún momento de exposición inicial. Sería en el turno de preguntas ya cuando insistió que en lo que respecta a la corrupción del triángulo Koldo/Ábalos/Cerdán había actuado “con prontitud y contundencia”, además de presentar un plan con quince medidas para “extirpar prácticas” que nunca deberían darse. A la espera de la tramitación parlamentaria de todas ellas, “los dos años que restan hasta las elecciones generales en el año 2027, el Gobierno de coalición progresista los afronta con la misma determinación y también con la misma energía que en los siete años anteriores”, señaló Sánchez. Y para esos dos próximos ejercicios y la débil mayoría que tiene en el Parlamento, anunció el despliegue de “una agenda progresista ambiciosa” porque confía en que el Gobierno mantenga la dinámica de un mandato en el que ha ganado en torno al 86% de las votaciones registradas en la Cámara Baja y cumplido con el 45% de los compromisos adquiridos en 2023. ¿Quién dijo pesimismo? No es esa la imagen que proyecta Sánchez, quien llegó a dibujar a España como uno de los países que mejor funciona en Europa y hasta en el mundo y a su Gobierno, como garantía de que la imagen de “involución al cuadrado” que representan Feijóo y Abascal se puede evitar. Septiembre dirá, pero si de algo está seguro el presidente del Gobierno es de que, igual que el PP lleva siete años pidiendo elecciones todos los días del año, cuando en 2027 se convoquen, seguirá haciendo lo propio si no logra gobernar. Eso sí, ante ese hipotético escenario, ya deslizó Sánchez que igual para entonces, no sería Feijóo el jefe de la oposición.