1977. Cuando al Gran Poder se le desmembró

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Todo comenzó el viernes 16 de abril, Madrugada de 1976. La mala salud del Señor, una imagen entonces de más de 350 años que en el siglo XX se había arreglado de manera puntual dio la cara. Tras una levantá en la carrera oficial se desprendió un brazo, se cayó una mano y se rompieron varios dedos. «Esto es suyo» le dijo un espectador al fiscal tras recoger un dedo del suelo. El Gran Poder tuvo que hacer la vuelta la mano amarrada con cinta aislante a la cruz. No se podía esperar más. Aunque los dedos los pegara el restaurador Rivero Carrero, la hermandad tenía que afrontar ya la rehabilitación integral de la imagen. En aquellos tiempos Francisco Peláez del Espino era profesor de restauración de la Escuela de Arquitectura. Todo un personaje. En 1974 intervino sobre Pasión desplegando una técnicas tan desconocidas como nefastas, como la de aserrar la imagen para introducirle varillas de acero y supuestamente reforzar la estructura. Pero sus nuevos metidos, el carácter «científico» del proceso deslumbró al mundo de las cofradías. Por eso el Gran Poder, entre los informes de Peláez, Ortega Bru y Rivero Carrera eligió a aquel personaje oriundo del Viso del Alcor. La restauración comenzó el 6 de mayo y se llevó a cabo en la actual basílica. Consistió básicamente en desmembrar el Señor en 12 trozos, desinsectarlos en bidones llenos de un producto para después acoplarlo a un esqueleto metálico que teóricamente tendría que darle estabilidad. Curiosamente esa estructura terminaba en los pies y no en la peana. La cabeza del Señor quedó colocada sobre un paño rojo al que Antonio Ríos a diario le traía jazmines. El Señor volvió el julio de ese año. Nadie notaba nada porque Peláez no intervino en la policromía. Seguía igual de oscuro. Lo único visible que hizo fue retirarle el soporte que sujetaba al Gran Poder por la cintura desde tiempo inmemorial. Madrugada de 1982. Cuando la presidencia del paso del Señor llega a la Campana, el presidente del Consejo le dice a Rafael Duque, hermano mayor que el Gran Poder se cimbrea cuando el paso va caminando. Lo comprueban y es cierto. Desde ese momento se da la orden de que todas las levantás sean con poca fuerza. Con un nudo en el estómago, por lo que pudiera pasar, el paso llega por fin a San Lorenzo. Citan a Peláez para el lunes de Pascua. El fonendoscopio El restaurador aparece y se sube en el paso. Culpa a los costaleros de la situación. Cuenta el entonces hermano mayor en su libro de apuntes sobre la hermandad, que Peláez se coloca un fonendo para auscultar al nazareno como si fuera un ser humano. Pero sus métodos supuestamente científicos ya no impresionan a nadie. Cuando presenta el informe dice que todo se ha debido a que se ha aflojado una tuerca de la varilla metálica que atraviesa la pierna del Señor. Pero se equivoca de extremidad. En lugar de hablar de la pierna derecha, habla de la izquierda. Fue su final en la hermandad en la que también hizo un estropicio con la Virgen. Los Cruz Solís, que entonces estaban en el ICROA de Madrid hacen una primera intervención de urgencia para que el Señor pueda salir en el 83. Le colocan de nuevo el cincho y una viga de madera sosteniendo la unión de las piernas para dar solidez a la imagen. Una vez pasada la Semana Santa deshacen la restauración de Francisco Peláez, quizá la más dañina que se le ha practicado a una imagen de la Semana Santa de Sevilla