Recientemente se identificaron 3.300 barriles con deshechos nucleares por parte de una expedición científica francesa en el fondo del Atlántico, más cerca de hecho de Galicia que de Francia. A raíz de esto Sabine Hossenfelder, nuestra física teórica de cabecera –ahora metida a youtuber de noticias científicas noticiosas– ha hecho un vídeo sobre cómo era hasta hace poco la situación, algo que a mi me ha indignado cada vez más a medida que lo iba escuchando.El caso es que los barriles encontrados están a 4.000 metros de profundidad, pero ya se han podido detectar fugas de lo que probablemente es el aglutinante utilizado para sellarlos. De momento no hay señales de fugas radioactivas, pero se han recogido muestras de agua, sedimentos y fauna marina para analizarlas en el laboratorio.Vigilando el fondo del marEn todo esto está trabajando una misión llamada NODSSUM (Nuclear Ocean Dump Site Survey Monitoring), cuyo objetivo es cartografiar y estudiar las zonas donde, entre los años 1946 y 1993, varios países europeos —Reino Unido, Bélgica, Países Bajos, Suiza y posiblemente Francia— vertieron legalmente más de 200.000 barriles de residuos radiactivos al mar. Algo que hoy en día nos puede parecer más propio de Cerdolandia, pero que durante décadas se consideraba una «solución barata y conveniente». Shit yourself, little parrot.Esta práctica se prohibió en 1993, gracias a $deity. Que se sepa, los residuos arrojados al océano eran de radioactividad baja o media: sus periodos de semidesintegración son de varios siglos, no de milenios. Aunque el riesgo inmediato es bajo, a los científicos les preocupa el deterioro de los barriles y el posible impacto ecológico y la acumulación de partículas radiactivas en la cadena alimentaria. Como dice Hossenfelder: ¿Atunes fosforescentes en el futuro? Pues veremos.El otro tema indignante es el hecho de que aunque recuperar los barriles es técnicamente posible resulta extremadamente costoso. Pero –atención– más que nada es algo «políticamente delicado». ¿Para qué remover un problema si simplemente puedes hacer como que no existe, ahorrarte debates políticos y pasarle la patata caliente –o radioactiva– a la siguiente generación? Es algo que llamaría demasiado la atención… algo que no siempre resulta conveniente.Nuestro cerdísimo comportamiento dice mucho acerca de nuestra despreocupación por el medioambiente en el pasado, pero también lo hace acerca del presente y probablemente del futuro. De momento el problema plantea el dilema de si simplemente ignorar lo que ya está ahí abajo o es mejor enfrentarse al trabajo (y al coste) de solucionarlo. Mientras tanto, esos tristes barriles siguen ahí, oxidados, y esperando.Relacionado:Las consecuencias de los accidentes nucleares son a la industria de la energía lo que los accidentes aéreos a los medios de transporte«Perdone señora, a ver si puede mover el coche de doble fila que no nos cabe el camión de residuos nucleares»Campofutbolismo nuclear# Enlace Permanente