Los peligros de la polarización

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George Weigel(ZENIT Noticias / Denver, 28.07.2025).- Adam Michnik fue uno de los grandes artesanos de la revolución de la conciencia que comenzó a gestarse a mediados de la década de 1970 en Polonia, que fue impulsada por Juan Pablo II en junio de 1979 y que triunfó en la Revolución de 1989.Fue Michnik, defensor de los métodos no violentos de resistencia anticomunista, quien observó acertadamente que «los que empiezan asaltando bastillas acabarán construyendo las suyas propias». Fue Michnik quien, en un libro de 1977, defendió el catolicismo polaco ante sus compañeros disidentes anticlericales afirmando sin rodeos que «desde hace muchos años, la Iglesia católica en Polonia ha… destacado en la defensa de los oprimidos», desempeñando un papel en la lucha contra la tiranía que «es imposible sobreestimar». Fue Michnik quien describió los Nueve Días de Juan Pablo II en junio de 1979 como una «gran lección de dignidad».Sin embargo, en 1991, cuando Juan Pablo II regresó a la Polonia poscomunista que había ayudado a liberar y se anunció que el tema de su peregrinación serían los Diez Mandamientos, Adam Michnik le dijo a su amigo (y mío), el padre Maciej Zięba, OP: «Este es el fin de la democracia polaca».Recordé esta triste y discordante yuxtaposición cuando, tras las elecciones presidenciales de junio en Polonia, un comentarista político polaco con el que había mantenido anteriormente intercambios por correo electrónico me envió un artículo en el que afirmaba que la estrecha victoria de Karol Nawrocki, el candidato más conservador, había convertido a Polonia en «el hazmerreír del mundo», un país capaz de resistir pero «incapaz de mantener un gobierno normal y serio: «todo lo que [los polacos] construimos, inmediatamente nos disponemos a destruirlo».Que esta reacción era más que exagerada —y espero que no fuera eso lo que el comentarista polaco entendía por «gobierno normal y serio»— quedó ilustrado cuando el candidato presidencial perdedor, Rafał Traszkowski, alcalde de Varsovia que había prohibido los crucifijos en las oficinas públicas, apaciguó a sus frustrados seguidores encabezando el desfile LGBT patrocinado por la ciudad de Varsovia, en el que (según informó un amigo polaco) «hicieron su debut satanistas con consignas a favor del aborto».¿Qué pensar de todo esto?Creo que hay algo de cierto en la afirmación de que los polacos son muy buenos en la resistencia, pero no tan buenos en el gobierno. Hace casi treinta años, le pregunté a un distinguido teólogo polaco por qué parecía ser así, y ese buen dominico me dio la respuesta tomista perfecta: porque la idea de libertad que llegó a Polonia en la Alta Edad Media era la noción de libertad de Guillermo de Ockham como pura obstinación, en lugar del concepto de libertad de Tomás de Aquino como algo ligado a la verdad, ordenado al bien y guiado por la razón.Los líderes católicos poscomunistas de Polonia también han cometido sus errores, alimentando los temores de la izquierda secular de que un catolicismo polaco comprometido públicamente crearía algo parecido a la España autoritaria de Franco. Y no solo los secularistas de izquierdas estaban preocupados: mis amigos entre los antiguos alumnos de Juan Pablo II se horrorizaron hace unos años cuando un arzobispo polaco dijo en un sermón del Viernes Santo que quienes no votaran al partido conservador en las inminentes elecciones parlamentarias eran como Poncio Pilato.Como todo país democrático, Polonia es un caso único. Pero otro comentarista político polaco —uno de los hombres más cultos y perspicaces que conozco— señaló algo de interés más general cuando respondió a mi pregunta sobre el significado de las recientes y muy disputadas elecciones presidenciales en Polonia con estas palabras:Por ahora, en Polonia, esas tribus mutuamente antagónicas están, en su mayoría, subordinando sus antipatías a sus preocupaciones comunes (y bastante legítimas) sobre el imperialismo ruso revanchista. Pero ¿qué hay de Estados Unidos? ¿No deberían sonar algunas alarmas aquí ante las inquietudes de mi amigo sobre la viabilidad de una “comunidad política como unidad más allá de las divisiones”? Y en ambos casos, tanto el polaco como el estadounidense, ¿dónde está la Iglesia creando el espacio en el que esa unidad pueda recomponerse, modelando una discusión racional como antídoto frente al sarcasmo de las redes sociales?Son preguntas difíciles, sin duda, pero preguntas que no pueden evitarse si el barco de la democracia quiere navegar entre el escollo del autoritarismo estatal y el arrecife del progresismo impuesto desde el poder.Gracias por leer nuestros contenidos. Si deseas recibir el mail diario con las noticias de ZENIT puedes suscribirte gratuitamente a través de este enlace. The post Los peligros de la polarización appeared first on ZENIT - Espanol.