Por sorprendente que pueda parecer, la última exposición que Palma dedicó a Joan Miró fue en 1978. En la Llotja de Guillem Sagrera y en el Casal Solleric se mostraron 75 cuadros, valorados entonces en 2.000 millones de pesetas, que contaron con la vigilancia permanente de 10 agentes de seguridad. Desde entonces solo hubo silencio por parte de la ciudad en la que el genial y mundialmente reconocido artista vivió desde 1956 hasta su muerte, en la Navidad de 1983. Seguir leyendo