‘Toros y polaca’

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La tauromaquia y la política mexicana, a primera vista, parecen tan distantes: una en el ruedo, otra en los pasillos del poder. Pero hay un paralelismo inquietante: son escenarios en los que el espectáculo, la corrupción y la resistencia al cambio se entrelazan, condenándolas a una crisis que de no corregirse transformará su existencia en los próximos años.En la tauromaquia, los manejos turbios no son novedad, y la política mexicana no se queda atrás. Ambas arenas comparten un vicio: la falta de rendición de cuentas.En la tauromaquia, las ganancias se concentran en unos pocos empresarios y ganaderos, mientras los subalternos y trabajadores de la plaza apenas sobreviven. En la política, los contratos públicos y los cargos se reparten entre compadres, lo que deja a la ciudadanía con promesas vacías. La similitud es innegable: el toro y el pueblo son sacrificados para mantener el espectáculo.La tauromaquia se aferra a su etiqueta de “patrimonio cultural” para justificar su existencia, a pesar de que la afición decae. En México, la tendencia es clara: los jóvenes rechazan el espectáculo, y las plazas se llenan más por inercia que por pasión.En la política, el cambio también es un espejismo. La historia política de nuestro país identifica tres momentos: la crisis del autoritarismo, la transición democrática y la ineficacia institucional. En 2025, seguimos atrapados en el tercero a pesar del discurso de transformación.En México, estados como Sonora, Coahuila, Guerrero y Quintana Roo prohibieron las corridas, y la Ciudad de México sufre una prohibición disfrazada.La política mexicana, por su parte, está en un callejón similar. La aprobación de reformas constitucionales en 2024, como la judicial, ha generado protestas por su falta de consenso y sospechas de autoritarismo. La percepción de corrupción, según Transparencia Internacional, coloca a México en el lugar 126 de 180 países en 2024, sin mejoras significativas desde 2014.La ciudadanía exige cambios, pero el sistema se resiste, aferrándose a un capote roto de promesas.En los próximos años, ambas prácticas enfrentarán un parteaguas. La tauromaquia, si no se reinventa, podría desaparecer o reducirse a un espectáculo marginal.La política mexicana, si no aborda la impunidad y la opacidad, seguirá alimentando el descontento; hoy hay un México polarizado y un gobierno cuestionado.La tauromaquia y la política mexicana son espejos de una misma decadencia: espectáculos que sobreviven por inercia, sostenidos por elites que ignoran el clamor social. La plaza y el palco están manchados por los mismos vicios: opacidad, compadrazgo y desprecio por el futuro.En los próximos años, la presión de una sociedad harta y de generaciones que no toleran la crueldad ni la mentira obligará a un cambio. Si no, el toro de la indignación embestirá, y ni el mejor capote podrá salvarlos. Y si no, al tiempo.The post ‘Toros y polaca’ first appeared on Ovaciones.