Uno de los escasos buenos políticos que ha tenido este país decía: "Votad al honrado, al ladrón no lo votéis, aunque tenga la hoz y el martillo. Esta es la diferencia de un pueblo inteligente". La sentencia verbal es demoledora y más profunda en su significado de lo que aparenta, implicando la honestidad como cualidad inquebrantable, aunque ello suponga abandonar tu grupo o referencia. Me sigue pareciendo esencial este precepto para todo ciudadano, pero de manera especial e indisoluble a todo aquel que pretenda decir que es una persona de izquierdas, y si en estos tiempos de disolución ideológica definir este perfil es una quimera, bien podría resumirse como la tendencia política que buscaría el bien común y la justicia social como elemento definitorio de una sociedad. Así de sencillo, así de complicado de lograr.Como estamos ya en plena canícula de trasiego veraniego y con el objetivo de invitar más a la reflexión en la umbría que al ardor del conflicto social larvado (más tarde o más temprano estallarán las lágrimas), me voy a permitir un ejercicio de abstracción y disciplina ya experimentado en otras ocasiones que consiste en mencionar hechos objetivos, juicios de valor y rendición de cuentas sin indicar sigla corporativa, entidad o persona concreta, de modo que el lector saque paralelismos o similitudes si lo considera. Como antiguamente se indicaba en las obras fílmicas…"Los sucesos y personajes retratados en esta película son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia".Reconozco que ya soy “demasiado mayor para ser crédulo y demasiado joven para ser indiferente”, pero visto que “el sueño de la razón produce monstruos” y que los salvadores de la patria no tienen ni puñetera idea de qué hacer, me acontece la angustia, el desasosiego, la misantropía, y el dolor vital por la irracionalidad manifiesta, porque es difícil sobrevivir a los temporales continuos, coexistir cuando se ve la hipocresía extendida, callar cuando se escucha la estulticia altanera o aguantar la contemplación del reiterado horror retransmitido.En el mejor de los casos me muevo entre personas cercanas de todo lo que se considera un espectro progresista (una ensaladilla de ingredientes inmiscibles), pero suele acabar la conversación siempre en conflicto irresoluble, ausencia de argumentación, cansancio, hastío y en la peor de las situaciones, en ruptura definitiva (amén de otros factores que acompañan). Matizando líneas rojas de ideologías que no trago, intento conversar siempre con el adversario, admirando en todo caso la inteligencia y la formación cultural, la templanza que me falta y el buen humor que atempere la acritud dialéctica. Lamentablemente cada vez es más extinguible ese cariz de persona razonable, congruente y sincera en su identidad…aunque sea en la explícita diferencia.Hagamos el ejercicio partiendo de lo vacío como línea transversal (Cf. texto personal Vanoceno: razón perdida y marginalidad operativa), y colóquese la casuística de análisis en el escenario político que se requiera (imaginario o no). Empecemos por la orilla derecha y ultraderecha por ser la más fácil de diseccionar: el curso formativo es breve y parte de lemas básicos de adoctrinamiento del tipo “Comunismo o Libertad”, “Me gusta la fruta”, “¡Viva la libertad, carajo!”, “MAGA”, o puestos a la nostalgia…rescatemos un “credere, obbedire, combattere”, nada desentona.[articles:336925]El reduccionismo y la avaricia son enfermedades altamente contagiosas y no hace falta añadidura, aunque se recomienda siempre pertenecer a una clase social pudiente que mantenga privilegios y alejamiento de la plebe. La vida de estos especímenes solo gira en torno al objetivo de ser lo más rico posible, pensar en uno mismo y tener cero escrúpulos. Se perdona todo y se premia siempre al afligido/a, excepción de los años que te caigan de cárcel. Si has sido un presidente de gobierno que mintió, privatizó y nos metió en guerras de interés ajeno, tendrás un buen cargo remunerado como asesor. Que eres un banquero robando y engañando a manos llenas, un ministro de Hacienda con despacho para mordidas empresariales, un famoso orgulloso de ser evasor fiscal, un ejecutor de tramas de corrupción generalizada y sistémica, un comisionista en plena covid…no te preocupes, tus ganancias sobrevivirán a tu pequeño calvario. En modo pecado venial…si eres una joven trepa con formación fantaseada, no hay problema para dimitir de tu cargo electo con soberbia para ser contratada por un medio de comunicación partícipe de tu estirpe.El sistema les protege a todos desde su privativa educación colocándolos en los focos de poder económico, ascendiendo y entrando en la cadena de favores con más o menos carácter de legalidad según escala de lucro. A todo este proceso lo llamarán siempre “emprendimiento”, y se considerará siempre un grupo de élite y liderazgo de incuestionable y merecido estatus. Este pensamiento tiene una versión en clase social media, baja o migrante que, en el colmo de la incongruencia generará sinergias y votos por aspiración miserable a salir de su reducto, aunque jamás lo logre.Las diferencias entre las derechas actuales son mínimas porque el reduccionismo ideológico ha establecido esquemas elementales a problemáticas que ciertamente las izquierdas ignoran o no saben solucionar. Es muy fácil apostar por un ideario reactivo con un objetivo centrado en una insolidaridad que ni siquiera se disimula, lo que para una población joven (lo más peligroso de esta germinación), se puede traducir en un no estado, no impuestos o abracemos las criptomonedas como riqueza descentralizada…ni más ni menos que las bases de un ultracapitalismo o anarcocapitalismo atomizador. El objetivo es reducir el Estado colectivo a la mínima esencia, relegando su poder a proteger los beneficios del interés privado y sin pudor de reprimir el bienestar social.En el otro lado tenemos las izquierdas, plurales por imperativo…sin criterio unívoco en un amplio “frente popular” que además de advertir permanentemente “que viene el lobo”, solo consigue tenues cambios, una frágil resistencia o la nada. Reaccionan en modo anacrónico tachando todo lo anterior como fascismo o fachosfera, términos que por muy sonoros ni siquiera se corresponden con la realidad, recordando que hasta en el radicalismo de los fascios o del nacionalsocialismo se exaltaba la idea de nación frente a la de individuo o clase, con programas sociales fuertemente ideologizados. Todo eso es ya historia y ahora solo vale el sujeto frente a la idea de colectivo.Hace no mucho (obviemos detalles y personas, es lo de menos), asistí en un centro cívico a un encuentro bajo el título “pensar la izquierda” y “construir la unidad”, con una entrañable concurrencia con seguridad en una media de edad que superaba los 60 años, gente luchadora de otra época que trataban de seguir en la barricada. El ponente (de mediana edad y partido minoritario alternativo), proponía esbozo de proyecto impugnatorio a la totalidad, fomento de los lazos sociales, cantonalismo o confederación como forma de gobierno, al que añadir la melodía reiterada de posfeminismo (que no igualdad), fronteras abiertas y multiculturalismo. Como en otros foros, pensé en esgrimir mis preguntas, pero callé por entender que causaría un efecto contraproducente. Las intervenciones posteriores de los asistentes fueron honestas y numerosas, pero destilaban una mezcla de nostalgia, incertidumbre futura y conciencia de la gravedad de una derrota incuestionable.Al salir, reflexionaba sobre el activismo político que ocupó mi faceta estudiantil y buena parte de mi carrera profesional académica hasta que el estado de la institución universitaria y de su personal adjunto dinamitó toda esperanza; pensé en un mayo ilusionante de 2011 que se malogró en achicoria aguada, traiciones internas y pactos imposibles como “gran solución” de las izquierdas. Le di aún más vueltas a las críticas habituales que recibo sobre mi contundencia verbal, índice acusativo o maximalismo en posturas que no logran “convencer” aunque sean certeras en sus predicciones. Finalmente me preguntaba si la contrapartida de las teorías basadas en la benevolencia tontuna han funcionado, convencen a una mayoría o han generado precisamente el efecto contrario. En virtud de los acontecimientos no parece funcionar operativamente el mosaico de ideas izquierdistas, siendo alarmante la absoluta indulgencia ante los actos reprobables.Si seguimos el ejercicio imaginario de análisis, podemos plantearnos si es sostenible un gobierno de coalición que se pega navajazos entre cercanos, que ostenta corrupción obscena y putera en altos cargos relevantes, que recibe un chantaje sistemático de regiones integrantes de un mismo estado-nación cuyo objetivo palmario es la separación del mismo, jactándose en la cara de un acorralado presidente sometido a coacciones por resistir en el cargo, para pasar de indultos y amnistías a romper directamente la caja única tributaria. Añádase poder judicial y ejecutivo contaminados, medios informativos, guerra sucia y fontanería que urden hediondas tramas y no se explica la fidelidad perruna de ese electorado plural.Si todo lo anterior es difícilmente soportable por más tiempo, la actuación ante graves problemáticas recurrentes como epidemias, catástrofes naturales o flujos y convivencia migratoria, serán conflictos mayores en un futuro que la derecha utilizará para asentar discursos de radicalización extrema. El racismo es deleznable, pero resulta peculiar cierta tolerancia con etnias o religiones que no tienen precisamente esa característica. Hay muchas sociedades teóricamente democráticas que están apretando el acelerador del fanatismo extremo y el puritanismo no muy lejano de espacios dictatoriales y teocráticos, como también en muchas exóticas culturas no hegemónicas existen racismos estructurales integrados y no se comenta tanto.Es falso creer que no hay problema en la mixtura y asentamiento de grupos externos cuando se insertan en otra entidad, o que en generaciones posteriores el porcentaje poblacional no evolucionará a una lógica de la confrontación. Algún ministro con orientación sexual determinada o ministra reivindicativa estarían en no pocos países, encarcelados, ajusticiados por una policía de la moral o colgados de una grúa en plaza pública. En el mismo sentido, decir que una persona pobre o migrante es buena por su propia condición es una generalización populista típica de una ignorancia supina. Nací barriobajero y sé lo que es tener honradez no por cuna, sino porque me la enseñaron como deber interiorizado.La izquierda tiene que explicar y convencer, actuar y ser íntegra en todas sus actuaciones, aportar discursos operativos y radicales que generen respuesta a los peligros inminentes. No enfatizar la culpa, la objetividad ideológica y el deber ético es desembocar en un infantilismo enfermizo. Si se consiguió prosperidad y derechos fundamentales no fue porque cayeran del cielo sino por una dramática lucha histórica que corre serio peligro de ser aniquilada. Ante la incontestable realidad no sé si votar de forma generaliza en blanco sería una lección vital colectiva y una seña de integridad ciudadana, pero lo que sí me queda claro es lo insostenible de ese imaginario parlamento nacional con una gran mayoría de partidos que no deberían tener el respaldo de nuestras conciencias.Disfruten de las vacaciones si pueden seguir pagándolas (es un logro histórico muy reciente que algunos aspiran a dejar en términos residuales); por mi parte voy a meditar en silencio y lo más lejos posible del borreguil turismo de masas sobre temas futuros o la nada como referencia existencial. Prometo volver en el nuevo curso con la misma ideología manifiesta, aunque quizás con el propósito de acortar la extensión de mis aportaciones textuales futuras para cansar lo menos posible…agradecido en cualquier caso de su tiempo y esfuerzo en la lectura de pensamientos ajenos.