La noche del 5 de junio de 1944, Adolf Hitler se fue a dormir tranquilamente, a pesar de las noticias que alertaban sobre un inminente desembarco de las tropas aliadas en Francia. El mal tiempo le hizo pensar que, de producirse, sería en otra fecha. El mariscal Erwin Rommel, responsable de la defensa, también se había desplazado a Berlín para celebrar el cumpleaños de su esposa. A pesar de la escasez de medios, Rommel había conseguido construir unas defensas importantes. Si ese encargo se le hubiese confiado a la exministra socialista Teresa Ribera , probablemente habría encontrado una especie de raro escarabajo en las playas francesas que le habría impedido mover un gramo de hormigón, como le ocurrió con las obras nunca realizadas en el barranco del Poyo. Rommel sabía lo importante que era tener unidades de tanques panzer cerca de las playas para un posible contraataque. Pero, cuando el 6 de junio los vigías alemanes en Normandía detectaron que estaban ante la mayor operación anfibia de la historia, Rommel trató infructuosamente de conseguir la autorización para trasladar las unidades panzer. Esa autorización dependía de Hitler, quien dormía plácidamente. Ninguno de sus asistentes se atrevió a despertarlo. Muchos historiadores atribuyen a ese sueño el éxito del desembarco de Normandía. No fue exactamente así. Cuando Hitler despertó, aún tardó casi cinco horas en autorizar el movimiento de esas unidades vitales. Uno de los pilares del éxito aliado fue el engaño llevado a cabo por los servicios de inteligencia británicos, que hicieron creer a los alemanes que el verdadero desembarco sería en Calais. Cuando se dieron cuenta del error, ya era demasiado tarde . Tener la información correcta y a tiempo es vital en momentos críticos. El informe de la Guardia Civil sobre el desastre de la dana no puede ser más claro: ni la Confederación Hidrográfica del Júcar ni Aemet estuvieron a la altura. Según el documento, no proporcionaron adecuadamente la información crítica durante las horas clave. Como ocurrió con los alemanes, se desvió la atención hacia la presa de Forata en lugar del barranco del Poyo, cuyo desbordamiento causó el desastre y la mayoría de las víctimas mortales. Los socialistas han encajado mal un informe que confirma lo que ya muchos intuían: que su relato culpando únicamente al presidente Carlos Mazón no se sostiene . La Confederación no avisó como debía sobre la crecida de las aguas, pese a que era su responsabilidad. Tampoco se ha aclarado, nueve meses después, quién ordenó la retirada de los bomberos de la zona. Aquel día, tanto los responsables de la Generalitat como los del Gobierno central cometieron error tras error. No se trata de buenos y malos, sino de una ineptitud generalizada. Sin embargo, mientras el Partido Popular ha cesado a algunos de sus responsables, los socialistas han premiado a los suyos: Teresa Ribera ha sido nombrada comisaria europea, y Pilar Bernabé es la nueva líder de los socialistas valencianos. Miguel Polo, presidente de la Confederación, continúa sorprendentemente en su puesto . Mientras la gente se manifiesta contra Mazón, los socialistas hacen lo imposible por proteger a los suyos. Es curioso que, tal vez, Bernabé se vea más afectada por los currículums falsos que por su gestión tras la dana, cuando desvió la mirada mientras sus compañeros del Gobierno central escatimaban las ayudas a los afectados. Es urgente que tanto el Ejecutivo central como el autonómico tomen medidas reales: ejecutar las obras necesarias, y asegurarse de que los mandos de emergencia estén en manos competentes. Solo así tanto ciudadanos como los responsables políticos podrán, al menos, dormir un poco más tranquilos.