Para salir peor que Cagancho en Almagro

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La verdad es que el público taurino es muy civilizado. Tiene una educación que no se verá en otros espectáculos, porque era una tarde de seis broncas. Se sabe que estos tres toreros no están placeados, pero el problema era que estaban durante las lidias como si aquello no fuera con ellos, y no fueron capaces de dar un muletazo en condiciones en toda la noche, ni de citar en el sitio, y menos de matar por arriba -a excepción de la actitud de Raúl Rivera con el sexto-. Es demasiado educado el público actual, porque en la época de Cagancho, habrían salido peor que el gitano de los ojos verdes en Almagro. Abrió la tarde Florito para llevarse al inválido primero. Corrió turno Rivera, y salió Cañerito como toro de su confirmación . Tras la ceremonia, se vio que el de Juan Luis Fraile se quedaba corto por la diestra y reponía, aunque la falta de fuerza tampoco lo hacía peligroso. Se cambió la muleta de mano, e igual pasó al natural. Tras esas tres tandas, cogió la espada el confirmante, que tampoco se le vio muy asentado con el acapachado animal. El personal agradeció la brevedad, aunque las palmas se tornaron en pitos tras las dos estocadas bajas con las que pasaportó al primero. Aplaudida fue la lidia hasta los medios de Pinar al segundo, un paradísimo animal, que eternizó los primeros tercios. En el caballo empujó un poquito, pero se tardaba la vida en que fuera al peto. Por eso, fue absurdo que el albaceteño lo dejara largo para una tercera vara, en la que el toro miraba a todo menos al caballo, mientras recibía capotazos y más capotazos. Un sinsentido. También es complicado juzgar a un toro que, a priori no era bueno, pero se le hizo todo al revés. Se pitó al picador por pisar las rayas del tercio, pero si no lo hubiera hecho, seguiríamos todavía en la plaza, así que no fueron justas las críticas. En banderillas ya esperaba Jocosillo, y más parado llegó a la muleta, como era de esperar. Tras la devolución de trastos, se lo llevó a los medios andándole hacia atrás por la cara, y poco más. Porque poco más podía tener un toro que no prometía mucho, pero al que se hizo todo a la contra. Lo probó por la diestra, y cogió la espada para dejar una puñalada trapera. Manseó en varas Macarrón, aunque se le pegó fuerte en los tres puyazos. Lo mejor vino con los espléndidos pares de Iván García, que puso a la plaza en pie. A los medios se fue Cerro a comenzar la faena, y allá fue el tercero, repitiendo y con transmisión. Pese a no estar sobrado de fuerzas, el toro pedía todo por abajo. No lo quiso ni ver al natural, y cogió la espada, sin haber sabido meterle mano. Miraba Navalón aburrido desde el callejón, mientras se aplaudía a este tercero. A saber lo que habría durado este toro. Lo que es seguro es que no se habría ido con las orejas puestas si lo coge el de Ayora, por ejemplo. Y cojeando fue Rafael a la enfermería, para ser atendido de un puntazo en el muslo derecho. Llevábamos hora y media de festejo cuando salió el cuarto bis. El titular perdió en dos ocasiones las manos, aunque se le picó tan duro que lo raro era que no se cayera más. El sobrero, de Guadajira, era un tacazo. Precioso de hechuras, muy serio, era un buen mozo. Se le volvió a hacer todo al revés al pobre Rescoldito, aculado ya en tablas. De una en una se le ponían las banderillas, cada vez era más tarde, cada vez estaba más enfadado el personal... Un espectador norteamericano hacía fotos con el móvil durante la faena de Pinar. El pobre miraba muy sonriente, aunque no vio un muletazo. Y aguantó los seis toros... También miraba, menos sonriente, cómo se doblaba el cinqueño, Pinar, como si la cosa no fuera con él. «Medio Coria está aquí», decía un aficionado. Y más, dispuestos a aplaudir a su torero, que veía cómo el quinto, que se tapaba por la cara su escaso cuerpo, campaba a sus anchas. Menos mal que Iván ponía orden, porque el matador estaba a otra cosa. Aunque sí estuvo atento para hacerle el quite a cuerpo limpio a Adalid, cuando el toro le hizo hilo tras un buen par. Volvieron a sobresalir los banderilleros de Cerro, en un organizado, rápido y eficaz segundo tercio. Entre gritos de «¡vamos Rafa!», más tenísticos que toreros, comenzó la faena el extremeño, que dio una tanda, aplaudidísima. Algo acelerada, pero una tanda al fin y al cabo. Pero la emoción acabó ahí, porque anduvo descolocado y desconfiado el torero, y cada vez se fue parando más el animal. No obstante, el autobús coriano pidió la oreja a su torero, que salió a saludar la ovación de su gente, entre pitos tras otro bajonazo infame. Tenía ganas Raúl Rivera de hacer algo con el cierra plaza, que brindó al público, y el toro le quitó la muleta. Si es que hay tardes soporíferas que no hay quien levante. Con el compás muy abierto lo citó de lejos. Se le agradecía la voluntad, pero el desclasado animal no tenía fuerza y calamocheaba todo el rato, desluciendo cualquier cosa que se le hiciera.