Una generación de jóvenes de ascendencia magrebí, pero que nacieron o crecieron en Murcia, sienten que no son españoles ni marroquíes. Viven entre dos mundos: lucen tatuajes, prohibidos en el Islam, pero tienen costumbres musulmanas, como no comer cerdo, por respeto a sus mayores. El sociólogo Paulino Ros sostiene que "hasta ahora ha habido una coexistencia de conveniencia" y que "existe un muro educativo" hacia ellos Leer