Pasó su infancia en el laboratorio de revelado y copias que su padre tenía en casa, en la calle Cervantes de Toledo. Ahí se despertó su inquietud por el arte, entre esas cuatro paredes de oscuridad donde una bombilla tintada de rojo facilitaba el trabajo manual y artesano del copista de fotos. Aquél niño es hoy un reconocido fotógrafo, pero antes de llevar sus exposiciones por las principales ferias y galerías de arte, Kike Aspano (Toledo, 1973) fue y es arquitecto . «Con la fotografía llevo desde pequeño. Mi padre hacía fotografía y mi abuelo también «, recuerda mientras a su mente vienen los olores de aquel laboratorio en el que se producía la magia del revelado. »Desde pequeñito jugando y viendo a mi padre hacer copias hasta que sin querer te vas metiendo y ahora te das cuenta de que llevas toda la vida con la cámara«. Estudió arquitectura, una profesión que bebe del arte y que comparte con la fotografía matices como la concepción del espacio, el encuadre, el juego de la profundidad, las luces y las sombras. «Hacer fotografías es una forma de transmitir una idea, que es exactamente lo mismo que un proyecto de arquitectura» , comenta, aunque no solo se dedica a la fotografía de arquitectura que hasta el próximo 30 de julio expone en la Galería Distrito 001 de Madrid. Con su cámara se ha acercado a realidades humanas como la vida en un convento de clausura, en una fuerza militar de elite o en un país lejano. Trabajos documentales que han tomado la forma de libros, un camino en el que sigue encontrando encargos especiales, como el del 375 aniversario del Regimiento de Caballería 'Farnesio' de Valladolid. Para captar la esencia de lo cotidiano ha llegado a convivir con el ejército, con la legión y hasta con la comunidad de religiosas del Convento de Santa Isabel de los Reyes en Toledo, donde encontró a un grupo de mujeres más allá de la oración y del silencio de la clausura. «Después de muchas reuniones, de hablar con ellas y coger confianza hice este proyecto, 'El privilegio de la pobreza', les gustó la idea y estuve con ellas pues un año y pico viviendo y conviviendo, yendo muchos días al convento» para captar esos instantes en los que las religiosas se divierten con una mascota, rezan, cocinan, estudian y mantienen estos edificios milenarios en los que late la historia de Toledo. Si Kike Aspano es hoy referente de la fotografía en exposiciones y ferias internacionales como ARCO se lo debe a la crisis del ladrillo, a aquellos años en los que el trabajo como arquitecto empezó a disminuir mientras la vida continuaba y los ingresos no llegaban. Había que buscarse la vida. «Estábamos construyendo y de repente se vino todo abajo, éramos cuatro en el estudio, lo tuvimos que cerrar y me dije,: 'Kike, por algún lado tienes que tirar', y así fue como aposté por la fotografía», explica este toledano que a sus 18 años logró el primer premio del Certamen Jóvenes Artistas de Castilla-La Mancha. Y así, con visión de arquitecto y disparo de artista, Kike Aspano se ha hecho un hueco en el panorama internacional , incluso experimentando con el audiovisual. Estos días en el Convento de Santa Fe, en la sala de exposiciones temporales aneja a la Colección Roberto Polo, se puede disfrutar de las obras audiovisuales que presentó el pasado mes de marzo en ARCO. En 'Resonancia del silencio' el autor establece una relación con los objetos del pasado y las antigüedades que envejecen con el paso del tiempo, mientras que en la segunda proyección presenta al espectador la ciudad con imágenes de las piernas y los pies de quienes la pasean, porque como defiende «la ciudad sin el hombre no es ciudad», una idea con la que convive cada día desde su hogar en el Casco Histórico de Toledo.