Desde hace décadas, la agricultura intensiva se ha impuesto como modelo dominante, con el objetivo principal de aumentar los rendimientos. Aunque eficaz a corto plazo, este enfoque compromete la resiliencia y la sostenibilidad de los sistemas agrícolas frente a los fenómenos climáticos y las enfermedades, con graves consecuencias para la biodiversidad. Sin embargo, sin vida en los campos, ningún cultivo puede prosperar a largo plazo. Alimentar a la humanidad no debería significar matar la vida. ¿Y si cambiamos de rumbo? ¿Por qué ciertas prácticas amenazan la biodiversidad?Vaciar los campos de vida matando el sueloLeyenda: Tractor y desesperación del suelo © Wolfgang Eckert / PixabayDurante mucho tiempo se consideró una buena práctica agrícola, pero el arado profundo altera gravemente el equilibrio natural del suelo. Al remover las capas más profundas, los microorganismos que viven en la oscuridad quedan expuestos al aire y mueren. Esta masacre puede enriquecer el suelo durante el primer año, pero en realidad, el suelo ya está muerto. Otra consecuencia negativa del arado profundo es la liberación del carbono almacenado en el suelo, lo que agrava el calentamiento global.A esto se suma el paso repetido de maquinaria pesada, que compacta el suelo y aplasta las galerías de insectos. El resultado: un suelo asfixiado, incapaz de absorber bien el agua, donde las plantas apenas crecen. Un desierto verde: el monocultivoLeyenda: Campos hasta donde alcanza la vista © Sachin Kumar / PixabayVisualiza esos campos infinitos de maíz o de trigo, sin setos ni árboles. No es una pesadilla, es nuestra realidad actual. Se ha priorizado el monocultivo industrial para obtener rentabilidad inmediata. Pero la desaparición de la diversidad vegetal tiene consecuencias graves para los insectos, las aves y, por supuesto, el suelo. ¿Por qué? Porque un suelo que siempre recibe las mismas raíces se agota. Pierde nutrientes, vida y su capacidad de regenerarse naturalmente gracias a la diversidad de especies.¿El resultado? Los agricultores compensan la creciente pobreza del suelo con cada vez más fertilizantes químicos. Se crea un círculo vicioso: las plagas y enfermedades se propagan rápidamente porque no hay depredadores y los cultivos debilitados son presas fáciles. Esto lleva al uso masivo de pesticidas y fungicidas que dañan aún más la tierra y debilitan las plantas.Pesticidas y herbicidas: la masacre silenciosaLos herbicidas, utilizados para despejar el entorno de los cultivos, arrasan con todo a su paso. El glifosato y otros similares eliminan todas las plantas “no deseadas”: diente de león, trébol, ortiga… Pero estas plantas son esenciales para alimentar a los polinizadores. Nuestros campos se convierten rápidamente en desiertos vegetales y animales.Por si fuera poco, el uso masivo de pesticidas agrava aún más la situación, provocando la muerte de numerosos polinizadores. Es el caso de los neonicotinoides, extremadamente eficaces. Utilizados en el recubrimiento de semillas (especialmente en maíz, remolacha o colza), estos productos impregnan toda la planta. ¿El resultado? Ya no es necesario volver a tratar durante el ciclo de vida de la planta. ¿Cómodo? Sí. ¿Peligroso? También. Estas sustancias contaminan el polen y el néctar. Las abejas se envenenan en pequeñas dosis, pierden la orientación, se vuelven estériles o no encuentran su colmena y mueren. Una catástrofe invisible pero muy real que amenaza directamente nuestra capacidad de producir frutas y hortalizas.Leyenda: Neonicotinoides – abejas en peligro © Pixabay Otra agricultura es posible (y ya existe)Frente a este círculo vicioso en el que se ha instalado la agricultura actual, miles de agricultoras y agricultores están inventando otros caminos más respetuosos con la vida y económicamente viables. Le Bec Hellouin: una granja modelo de permaculturaSituada en Eure (Francia), la granja del Bec Hellouin es emblemática porque combina agroecología, permacultura y eficiencia energética. Desde 2003 produce verduras todo el año en pequeñas superficies, aprovechando los servicios que ofrece la naturaleza (acolchado, cultivos en lasaña, asociaciones vegetales…). En 2011, un estudio del INRA demostró que esta granja era más rentable por hectárea que muchas explotaciones convencionales. A partir de 2015, sintetizaron toda su investigación en horticultura orgánica y crearon el concepto de microgranja en permacultura, hoy en plena expansión en Europa y otros países.Leyenda: ¡Las soluciones existen y funcionan! © Conger Design / PixabayEn España: el auge de la agricultura regenerativa – La JunqueraUbicada en la región de Murcia, al sur de España, la finca La Junquera es un ejemplo inspirador de transición hacia la agricultura regenerativa. Frente a suelos degradados y un clima árido, esta finca adoptó desde 2015 prácticas destinadas a restaurar la salud del suelo y mejorar la resiliencia frente al cambio climático. La utilización de variedades antiguas de cereales (más resistentes a condiciones extremas), junto con técnicas como el compostaje, el acolchado y la rotación de cultivos, ha permitido estabilizar las cosechas y reducir la erosión.En Austria: biodiversidad en el centro – Grand FarmDirigida por Alfred Grand, la Grand Farm cerca de Viena abarca 90 hectáreas y combina agroforestería, horticultura y salud del suelo (incluida la producción de vermicompost). También actúa como centro de investigación, en colaboración con universidades, para desarrollar la agricultura del mañana. En 2024 fue la primera granja europea en recibir la certificación “Regenerative Organic Certified”.¿Y ahora qué?Cambiar el modelo agrícola es urgente. No solo para preservar la biodiversidad, sino también para garantizar una alimentación sostenible, suelos vivos y zonas rurales resilientes frente al cambio climático. Las soluciones existen. A menudo son locales, a veces experimentales, pero comparten una base común: poner la vida en el centro de la práctica agrícola.Cet article Agricultura y biodiversidad: combatir las prácticas destructivas est apparu en premier sur ¡Sí! El blog de ¡La Colmena Que Dice Sí!.