Europa y la respuesta adecuada ante el bullying

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Mi columna de esta semana en Invertia se titula «De aliados a matones: por qué Europa debe plantar cara a la América de Trump» (pdf), y trata sobre el profundo giro que han dado las relaciones transatlánticas desde que la Casa Blanca decidió que la Unión Europea ya no era un socio estratégico, sino un adversario al que doblegar mediante amenazas, aranceles y actitudes completamente intolerables.En mi columna trato de analizar por qué responder con determinación es la única vía razonable cuando se lidia con un gobierno que se comporta como un matón de patio de colegio, y qué consecuencias tendría esta nueva guerra comercial tanto para la economía europea como para la estadounidense. La chispa que prende la mecha es la amenaza de imposición de un arancel del 30% a todas las importaciones procedentes de la Unión Europea, anunciada la semana pasada por la administración Trump. La narrativa oficial es que Europa es un proyecto «anti-americano» que «roba empleos y tecnología», y que no solo ignora décadas de integración económica, sino que asume que Washington puede reescribir unilateralmente las reglas del comercio mundial sin pagar un precio por ello. En Bruselas, lejos de plegar velas, los ministros parecen estar decidiendo posponer cualquier cesión y coordinar una respuesta común más en modo «si quiere guerra, tendrá guerra«, mientras preparan el estreno del nuevo instrumento anticoerción, una legislación que permite represalias selectivas frente a presiones económicas externas. La medida abre la puerta a contra-aranceles contra bienes y servicios norteamericanos si la escalada continúa, y sobre todo, a bloquear el acceso de proveedores estadounidenses a la contratación pública europea, un mercado cuantitativamente más grande que el de los propios Estados Unidos. Uno de los frentes más delicados es el tecnológico. El ultimátum arancelario coincide con las investigaciones de la Comisión sobre el posible incumplimiento de la Ley de Mercados Digitales por parte de Apple, Meta o Google, un contexto que algunos describen como «el momento más incendiario posible» para un choque regulatorio. A ello se suma el debate sobre los impuestos a los servicios digitales, que afectarían sobre todo a las big tech: casi la mitad de los países europeos de la OCDE mantienen o planean tasas específicas para ello, y Trump ya ha insinuado represalias adicionales si esas tasas prosperan. La Unión Europea debe abandonar la esperanza de un entendimiento fácil con la actual Casa Blanca, y asumir que la relación, tal y como la conocíamos, ha cambiado de fase. Responder con firmeza, arancel por arancel y restricción por restricción, no es proteccionismo, sino legítima defensa de un mercado que, recordemos, supone el mayor bloque comercial del planeta, y puede ser apalancado como tal si los europeos comenzamos a consumir europeo, dadas las medidas, condiciones e incentivos adecuados. Ahora más que nunca es importante reflexionar sobre el tipo de Europa que queremos: una que se victimice ante el acoso, o una que hable el único idioma que los bullies entienden.