España y EE.UU.

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El general norteamericano, Robert Greenway, ha tenido la gran idea de proponer el traslado de las bases de Rota y Morón a Marruecos, con el argumento de que fue Marruecos el primer país que reconoció a los Estados Unidos. Convendría recordarle al general que ese reconocimiento no fue de un país, sino del Sultán, única institución política en aquella época. También que España, no solo reconoció a las Trece Colonias desde antes de su independencia, sino que las ayudó con fuerzas y medios a conseguirla. Recientemente se ha reconocido esta ayuda, dándole el nombre de Gálvez a un buque de la Marina de los Estados Unidos, con doscientos cincuenta años de retraso. También conviene recordarle que si los 'US Marines' pueden cantar en su himno 'To the shores of Tripoli', es porque España le proporcionó a su flota del Mediterráneo una base naval en Mahón, isla de Menorca. Nos quedamos sin saber si el Sultán les hubiera dado facilidades en Alhucemas, por ejemplo. De las relaciones en algún siglo posterior, mejor no hablar. Corramos un tupido velo. Le recomendaría al general que repasara la historia de su gran país y, como cantaba Antonio Molina, siguiera por su «camino verde, camino verde que va a la ermita». Pascual Pery Paredes . Madrid Mientras el ex ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, asfixiaba con su jactanciosa política tributaria sometiendo a las clases medias a una tremenda presión fiscal, se valió de su cargo para crear una red de influencias en su antiguo despacho en Equipo Económico, como bisagra entre las empresas gasistas y el poder legislativo. A cambio de sustanciales y suculentos pagos, el despacho redactó modificaciones de la normativa tributaria 'ad hoc' que, con la colaboración de cargos ministeriales, se tradujeron en beneficios fiscales para las compañías del sector lo que supuso la pérdida de millones de euros de recaudación y, a su vez, erosionó el Estado de derecho. El ex ministro abusó de su cargo y utilizó a la Agencia Tributaria. Los cargos afloran de la investigación judicial iniciada a partir de una denuncia anónima y el hallazgo de correos electrónicos. Ha trascendido con numerosas evidencias y sólidos indicios, paladinos y palmarios, de sus prácticas irregulares y abusivas. Actuó como Juan Palomo, es decir, «yo me lo guiso, yo me lo como» y pervirtió a las instituciones. Es repugnante tanto la conducta de quienes pagaron para que se legislara 'ad hoc' y no para el bien común, como para quienes cobraron para permitirlo. Sus acciones son un gravísimo ejercicio de hipocresía institucional que pone en entredicho los mecanismos de control del Estado. José María Torras . Sabadell (Barcelona) En la España de las grandes palabras y los pequeños principios, asistimos a una realidad visible: la amnistía y la oficialidad del catalán en el Parlamento Europeo no responden al interés general, sino al interés particular de quienes necesitan mantener una mayoría a cualquier precio. La amnistía no se basa en el perdón, sino en el cálculo. Y la promoción del catalán en Europa no nace del respeto a la riqueza lingüística, sino de la necesidad de satisfacer a quienes convierten su apoyo político en una subasta constante. Se presenta como gesto de convivencia, pero responde al principio romano del 'pro domo sua': se hace por el bien de la propia casa. El ciudadano, una vez más, paga la factura de una política que utiliza lo público como moneda privada. No estamos ante un proyecto de Estado, sino ante un proyecto de supervivencia. Esa diferencia, aunque parezca sutil, lo cambia todo. Dionisio Martos . Beas de Segura (Jaén)