Advierten riesgos de una transición acelerada del carbón y proponen fondo para transformar regiones productivas. Imagen: Ben Scherjon en Pixabay.La transición energética en Colombia está lejos de ser un debate exclusivamente técnico: la discusión sobre el futuro del carbón, el segundo renglón minero más importante del país y uno de los pilares fiscales de varias regiones, está marcada por dilemas económicos, sociales y territoriales que ya empiezan a ser evidentes.En un informe presentado por la Federación Nacional de Productores de Carbón (Fenalcarbón) y el Centro Regional de Estudios de Energía (CREE), se expusieron los escenarios de transición que podrían definir la suerte del sector y de las comunidades que dependen de él.El documento —resultado de un modelamiento técnico similar al de la Agencia Internacional de Energía— parte de una premisa: el mundo avanza hacia la descarbonización, pero el ritmo y las decisiones de política pública marcarán la diferencia entre una transición ordenada o una crisis económica y social en los territorios mineros.Tres escenarios, tres futuros posibles para el carbón en ColombiaEl estudio explora tres rutas para la industria del carbón:Escenario de referencia (NetZero 2060)Bajo esta hipótesis, la demanda final de energía en Colombia crecería alrededor de un 44 % hacia 2060 y la capacidad instalada de generación eléctrica se cuadruplicaría, con mayor participación de renovables.En este contexto, la producción de carbón caería entre un 85 % y un 100 %, dejando sin explotar una cuarta parte de las reservas térmicas y el 40 % de las reservas del interior del país.El carbón metalúrgico tendría una salida más favorable, gracias a su demanda en los mercados internacionales.Recomendado: Línea férrea de carbón de Cerrejón sufre nuevo atentado: ya se igualó número de ataques del 2024Escenario restrictivo (NetZero 2050)Se trata de una ruta más exigente en términos de descarbonización, con políticas más duras para las industrias. En este caso, hacia mediados de siglo se perdería casi el 90 % de la producción carbonífera.Más de la mitad del carbón del interior (52 %) no sería explotado, y apenas un 12 % del metalúrgico lograría colocarse en los mercados.El impacto social y fiscal sería mucho más fuerte, especialmente en municipios cuya economía depende casi en exclusiva de esta industria.Escenario “viento de cola” (NetZero 2070–2100)Es la alternativa más favorable para la industria. Aquí, la totalidad de las reservas térmicas y metalúrgicas se lograrían aprovechar, con una transición más lenta, impulsada por un contexto internacional en el que la demanda de carbón se mantiene robusta.Los efectos sobre empleo, regalías e ingresos fiscales serían menores, aunque se prolongaría la dependencia del país de este mineral más allá de 2070.Un impacto que va más allá de la mineríaEl informe enfatiza que la transición energética no puede analizarse únicamente desde la perspectiva de la matriz eléctrica. El carbón está profundamente entrelazado con la economía nacional y regional.Cada peso que se pierde en producción carbonífera genera una caída de $2,42 en la economía por los encadenamientos productivos asociados.En términos laborales, se estima que una reducción acelerada de la producción podría significar la pérdida de más de 70.000 empleos directos e indirectos, muchos de ellos mejor remunerados y más estables que los disponibles en sectores alternativos de las zonas mineras.El impacto fiscal también es significativo. Según los cálculos del informe, una reducción abrupta de la producción podría representar una caída de $38 billones en regalías, recursos que financian proyectos sociales e infraestructura en más de 1.100 municipios del país.Recomendado: Menores ventas de carbón y petróleo jalonaron nueva caída de las exportaciones de ColombiaEn algunos casos, como los municipios de Becerril y Barrancas, las asignaciones directas por minería superan en 1,5 veces los ingresos corrientes.Para Carlos Cante, presidente de Fenalcarbón, lo que está en juego es mucho más que un debate energético.“No podemos limitar esta discusión a la sustitución del carbón en la generación eléctrica. Estamos hablando de territorios cuya economía, empleo e ingresos fiscales dependen casi por completo de esta industria. Si no planificamos la transición, corremos el riesgo de enfrentar una bomba social y fiscal”, advirtió.El informe plantea que la transición debe asumirse como un proceso de transformación productiva en los territorios, que contemple alternativas económicas reales y sostenibles, en lugar de confiar exclusivamente en la expansión de energías renovables, cuya instalación genera empleos temporales y limitados en el tiempo.Variables clave en el futuro del carbónEl destino de la industria carbonífera dependerá, en buena medida, de factores externos y de decisiones de política pública.Entre ellos, el acceso y precio del gas natural como sustituto en la industria, la disponibilidad de tecnologías de captura y almacenamiento de carbono (CCS), la competitividad del carbón metalúrgico frente a alternativas como el acero verde, y la capacidad de Colombia de mantener su competitividad en mercados internacionales que siguen demandando carbón.Según la Agencia Internacional de Energía, el consumo mundial alcanzó 8.900 millones de toneladas en 2024, lo que demuestra que, pese a la transición energética, la demanda sigue siendo significativa.Recomendado: Gobierno Petro oficializa prohibición total de exportaciones de carbón a IsraelPara Fenalcarbón, Colombia no puede darse el lujo de “matar la competitividad” de su carbón con medidas fiscales o regulatorias que lo encarezcan en exceso frente a otros productores.Ante este panorama, Fenalcarbón propone la creación de un fondo fiscal de transición o transformación productiva, financiado con recursos de la propia industria del carbón.Este fondo estaría destinado a reconvertir la economía de los territorios mineros, financiar programas de capacitación laboral, promover nuevos sectores productivos y garantizar estabilidad fiscal en las regiones más vulnerables.“Así como en su momento se creó el Fondo Paz, hoy necesitamos un mecanismo que nos permita invertir en la transformación de los territorios mineros. La transición requiere recursos, y estos deben salir del mismo sector, mientras todavía existe demanda internacional que podemos aprovechar”, señaló Cante.El reloj corre hacia 2030El informe advierte que 2030 será un punto de inflexión, pues a partir de esa fecha comienzan a vencerse varios títulos mineros en el país. Esto obligará a definir una ruta clara: acelerar el cierre de la industria, optar por una transición intermedia o prolongar el aprovechamiento de las reservas.En cualquiera de los casos, la conclusión es que la decisión no puede improvisarse. Una transición desordenada podría generar costos sociales, fiscales y económicos mucho mayores que los derivados de mantener la actividad mientras se planifica una salida gradual y sostenible.Más allá de lo técnico, Fenalcarbón insiste en que se trata de una decisión de país, que involucra al Gobierno Nacional, al Congreso, a los territorios y a las comunidades. El objetivo, aseguran, no es perpetuar el carbón indefinidamente, sino usar los recursos que aún genera para financiar la transformación productiva de las regiones que dependen de él.“Lo que necesitamos es una política pública pragmática, basada en análisis técnicos y con visión de largo plazo. Sin esa planificación, Colombia terminará pagando costos elevados e innecesarios, no solo en términos económicos, sino en estabilidad social y territorial”, concluyó Cante.