¿Qué hace Modi de la mano de Xi y Putin? Una necesaria contextualización

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Las reacciones recientes a la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), celebrada en Tianjin (China), han reavivado el debate sobre el creciente poder y visibilidad del llamado bloque antioccidental. La presencia de Xi Jinping, Vladímir Putin y otros líderes no electos de Asia Central se considera esperada. Sin embargo, la participación del primer ministro indio, Narendra Modi, genera malentendidos al tratarse de un líder democráticamente elegido en un foro dominado por regímenes autoritarios.[1]En 2024, Modi se ausentó de las cumbres del Consejo de Jefes de Estado (CJE) y del Consejo de Líderes de Gobierno celebradas en Kazajistán y Pakistán respectivamente, delegando su representación en el ministro de Exteriores, Subrahmanyam Jaishankar. La cumbre del CJE de 2023, organizada por la India, se realizó de forma virtual. En contraste, su presencia en Tianjin en 2025 se interpreta en el contexto de la guerra arancelaria iniciada por el presidente estadounidense Donald Trump contra la India, que ha sido penalizada con tarifas del 50%, acusada de beneficiarse de la compra de gas ruso. ¿Cómo se explica entonces el gesto de cordialidad de Modi en Tianjin?Las motivaciones del primer ministro indio responden únicamente al interés nacional. Interpretar su política exterior desde una perspectiva ideológica sería erróneo. La política exterior india se basa en sus necesidades de desarrollo, por lo que el enfoque no es geopolítico, sino geoeconómico. Esto explica su participación en los BRICS y en el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (Quad) del que forman también parte Estados Unidos, Japón y Australia, cuyas próximas cumbres se celebrarán en la India. Aunque las ideas existen, no son el motor principal de sus decisiones.La imposición de aranceles rompe con un consenso bipartidista de 25 años en Washington, que reconocía a la India como contrapeso estratégico ante la hegemonía china en Asia. Junto a Brasil, la India es uno de los dos países más castigados por esta política. En el caso brasileño, se atribuye a una represalia contra el presidente Lula por el tratamiento a Jair Bolsonaro. En el caso indio, algunos analistas sugieren que se trata de una revancha personal contra Modi, quien fue considerado un “gran amigo” de Trump.Existen indicios de que la personalidad del presidente estadounidense ha influido en el deterioro de la relación. Su aparente obsesión con el Premio Nobel de la Paz lo llevó a insistir en mediar en el conflicto entre la India y Pakistán, lo que Nueva Delhi rechaza categóricamente. Tras los atentados de Pahalgam, el gobierno indio convirtió la escalada militar en un logro nacional, convencido de haber dado una lección sin precedentes a Pakistán. Modi interpretó la insistencia de Trump de atribuirse el mérito del cese el fuego en clave interna, en un momento en que su liderazgo atraviesa una fase de desgaste político.En Delhi se sospecha que Trump intentó tender una trampa a Modi tras la cumbre del G7 en Canadá, coincidiendo con la visita del general Asim Munir a Washington. El gobierno indio temió una escenificación de negociación de la que el general pakistaní habría participado voluntariamente, pero que habría supuesto una humillación para Modi. Como respuesta, el primer ministro indio dejó de atender las llamadas de Trump y rechazó su propuesta de nominarlo al Nobel.¿Quiere esto decir que hay un giro de la India hacia China? No tiene sentido. La cumbre de Tianjin revela dos visiones del orden internacional: la occidental, basada en bloques opuestos y una lógica de suma cero, y otra que propone un mundo multipolar, en el que los países medianos y pequeños conservan autonomía en sus decisiones de política exterior. La India se alinea con esta segunda visión, aunque a diferencia de China y Rusia, promueve una visión no occidental del mundo sin adoptar una postura confrontativa. En un acto sobre los BRICS celebrado en Nueva Delhi en agosto, Dammu Ravi, representante del Ministerio de Asuntos Exteriores, subrayó que la posición de la India en este bloque no es antioccidental. A pesar de los gestos de desaprobación de los diplomáticos rusos presentes, Ravi insistió en este matiz que separa a la India de los dos grandes de Tianjin.No obstante, la India es consciente de la enorme asimetría que existe en este grupo. Nueva Delhi reconoce su dependencia económica de China y sus limitaciones para contrarrestar la influencia de Pekín en Asia. El acercamiento a Estados Unidos (EEUU) fue una apuesta arriesgada, que superó resistencias internas entre la población, la élite política, intelectual y diplomática, que consideraban a Washington poco fiable. Las recientes medidas de Trump parecen confirmar estas sospechas.El acercamiento de Modi a Xi Jinping es un ejercicio de realpolitik que encierra sus propios riesgos internos. Tras el respaldo chino a Pakistán en el conflicto posterior al atentado de Pahalgam, la India denunció que el 80% del armamento utilizado contra Delhi era de origen chino, además de acusar a Pekín de proporcionar imágenes satelitales e inteligencia militar a Islamabad, lo que sugiere una coordinación estratégica entre ambos países para abrir un frente dual contra Delhi.China dispone de otras vías para influir en la India, más allá del conflicto fronterizo. Ocupa 2.000 km² de territorio indio, incluido el valle de Galwan, cuya escalada bélica en 2020 rompió el pacto bilateral de resolución pacífica de disputas. Cuando la India suspendió el Tratado de Aguas del Indo, amenazando con construir presas que redujeran el flujo de agua a Pakistán, China respondió con el anuncio de una megapresa en el Tíbet que podría afectar al caudal del río Brahmaputra. Además, Pekín ha utilizado su control sobre las cadenas de suministro como mecanismo de presión, dificultando los procesos administrativos para el acceso a tierras raras necesarias para la construcción de vehículos eléctricos y de fertilizantes a agricultores indios.Tras el tarifazo y los comentarios de Peter Navarro, asesor comercial de Trump, el ambiente en Delhi es de estupor. China, principal comprador de energía rusa, no ha recibido el mismo trato que la India, para la que resulta incomprensible ser penalizada por adquirir crudo ruso, una práctica que la Administración Biden toleró para evitar un aumento global de precios. Además, el G7 fijó un valor máximo de 60 dólares por barril, aunque la India comercia por encima de ese límite. Su compra de crudo ruso pasó de menos del 1% antes de la invasión de Ucrania al 36% en 2025. De los productos refinados en la India con petróleo ruso, EEUU adquirió 1.400 millones de dólares y la Unión Europea (UE), pese a sus sanciones, 15.000 millones en 2025.Estos productos son refinados por dos empresas privadas indias: Reliance Industries, propiedad de Mukesh Ambani, y Nayara Energy, cuyo accionariado incluye a la rusa Rosneft (con un 49,13%, que también suministra a Reliance). El 90% del crudo refinado por Reliance se dirige a EEUU, siendo sus principales compradores BP, ExxonMobil, Glencore, Vitol y Trafigura. En el caso de Nayara, los principales clientes son Vitol, Aramco Trading, Shell y BP.Este dato revela una contradicción fundamental en la política comercial estadounidense: mientras se penaliza a la India por adquirir crudo ruso, las empresas estadounidenses y europeas continúan beneficiándose de su refinación. Esta paradoja refuerza la percepción en Nueva Delhi de que las sanciones impuestas no responden a principios, sino a intereses coyunturales y personales.La India no es un país que se pliegue fácilmente a la coacción. La mejor forma de interpretar la imagen de Modi junto a Xi y Putin, sus sonrisas y gestos de cordialidad, no es dando por sentado que la India cambió de bando hacia una postura antioccidental. Para la India, como para tantos otros países del llamado sur global, tomar decisiones independientes es una tarea compleja. Aunque existan puntos de convergencia con China y Rusia, como la necesidad de reformar el orden internacional y redistribuir el poder global de forma más equitativa, la India es consciente de las contradicciones de este otro bando y, por ello, no abandonará su apuesta por EEUU, ni por Europa, que gana cada vez más peso en su política exterior. Sin embargo, las acciones desde la Administración estadounidense dificultan la legitimación doméstica de esta relación bilateral. Modi lidera un gobierno electo que tiene que rendir cuentas ante una ciudadanía que tiende a castigar electoralmente al gobierno vigente. Es por ello por lo que la foto de Tianjin debería leerse no tanto desde una óptica ideológica, sino más bien como parte de la estrategia de política interior y defensa del interés nacional.[1] Aunque también estaba el primer ministro pakistaní Shahbaz Sharif, su condición de “electo” requeriría un análisis aparte.Autor: Ana Ballesteros PeiróLa entrada ¿Qué hace Modi de la mano de Xi y Putin? Una necesaria contextualización se publicó primero en Real Instituto Elcano.