Como máxima representación del estómago agradecido, el paladar satisfecho y la digestión sin cortes, al gremio de la prensa siempre se le ha tenido que dar de comer aparte, mayormente por las ventajas de llevarse bien con una gente que en cualquier momento de desafección te podía dar un disgusto. Para la historia abreviada de esta asociación de intereses mutuos, basada en el cuento del perro que no muerde la mano que le da de comer, quedan aquellos cumpleaños de Rocío Jurado, regados por el champán y los canapés con que la tonadillera agasajaba a los reporteros que se concentraban a las puertas de su chalé. «Amador, sácales ya la bandeja, que luego voy yo para que me hagan los... Ver Más