Vicepresidenta segunda de nada

Wait 5 sec.

Las declaraciones que hizo este jueves Yolanda Díaz en Onda Cero han ido más allá de la rutinaria palabrería de quien ostenta la Vicepresidencia segunda del Gobierno y el Ministerio de Trabajo. La vicepresidenta de Pedro Sánchez atizó duramente al partido de Carles Puigdemont por votar en contra del proyecto de ley de reducción de la jornada laboral, finalmente derrotado con la suma de los votos nacionalistas y del Partido Popular y Vox. El revés ha provocado un impacto especial en la ministra de Trabajo porque, por unos minutos, dejó de atacar al PP y se centró, de forma inusual, en el socio nacionalista de su Gobierno. Hasta ahora, lo normal era que Junts se librara de cualquier crítica del Ejecutivo, aunque haya hecho imposible, año tras año, los Presupuestos Generales del Estado, por ejemplo. Como socio de investidura, Puigdemont y sus parlamentarios gozaban de patente de corso. Nunca tenían la culpa de nada. Hasta ayer, cuando Yolanda Díaz expulsó a Junts de la coalición progresista en la que ella milita, pese a que Pedro Sánchez incluyera los votos de Puigdemont en aquel «hemos ganado» de la noche electoral de 2023. Lo más significativo es que Díaz vino a decir que se mantuvo firme frente a las demandas nacionalistas. En concreto, calificó como «chantaje» la posición de Junts en la negociación, proclamó que no iba «a entregar España» y que ella tiene «límites y principios». La lectura pasiva es que quien ceda ante Junts –porque la estrategia de los de Puigdemont siempre ha sido y será la misma– caerá en el chantaje, entregará España y no tendrá principios. Yolanda Díaz ha metido en el discurso de su Gobierno, al que ella pertenece con máximo rango, conceptos políticos que deberían hacer imposible su permanencia en la coalición gubernamental. La envergadura de las críticas de Díaz a Junts parece más propia de quien da por perdida la legislatura, se prepara para una campaña electoral y quiere marcar distancias con un socio tóxico. Quizá sea también la reacción de quien se ha sentido abandonada en su pulso, mal calculado, por la reducción de jornada. De hecho, mientras se votaba su derrota, el presidente del Gobierno estaba en el cine con su esposa. A Pedro Sánchez tampoco deben importarle las cajeras de supermercado. Si la pretensión de Díaz era mandar un mensaje a Junts para que se sintiera intimidado, parece que se le fue la mano, porque la descalificación del partido de Puigdemont es absoluta y sin precedentes en el argumentario de La Moncloa. Hay, en todo caso, una cierta hipocresía en la reacción de Yolanda Díaz, porque ella pertenece a un Gobierno y debe sus responsabilidades políticas –que serían inexistentes en otro escenario– al apoyo de Junts, logrado con una mezcla de chantaje e inmoralidad muy consentida y usufructuada por la vicepresidenta segunda del Ejecutivo. Y, por supuesto, demuestra que sus límites y principios son elásticos, tanto como sea necesario para seguir en su cargo; que también ella ha entregado España cuantas veces lo han exigido la investidura y la continuidad del Gobierno. A cambio de vivir sin Presupuestos Generales del Estado o de no sacar adelante su gran proyecto social de la reducción de jornada laboral, Yolanda Díaz ha aceptado una ley de Amnistía para malversadores, un cupo catalán contra la igualdad y la coalición con un partido infiltrado de corrupción y trata de mujeres. Los alardes de dignidad de Yolanda Díaz llegan un poco tarde, pero dejan aún más en evidencia la muerte política del Gobierno de Pedro Sánchez.