En México, el poder ha tomado muchas formas, pero hay una que nunca desaparece: el decisionismo. Gobiernos de todas las épocas lo han usado, desde el PRI hegemónico hasta la administración de López Obrador y ahora la de Claudia Sheinbaum. Pero ¿qué significa realmente gobernar con decisión absoluta y sin contrapesos?El decisionismo es gobernar con base en la voluntad de un líder, por encima de procesos institucionales o análisis técnicos. En teoría, permite decisiones rápidas. En la práctica, ha sido fórmula para abusos, corrupción y crisis que terminan pagando los ciudadanos.PODER ABSOLUTODurante décadas, el PRI gobernó bajo ese principio: todo giraba en torno al presidente. No había debates en el Congreso ni contrapesos reales, porque el partido-Estado lo controlaba todo. Así nacieron megaproyectos inservibles, crisis económicas y fraudes que marcaron generaciones.Ahí está el ejemplo del auge de las paraestatales en los setenta: el Estado llegó a tener más de mil 200 empresas públicas, muchas ineficientes y corruptas. Cuando la crisis explotó en los ochenta, la cuenta la pagaron los mexicanos con inflación, deuda y recortes.PODER SIN INTERMEDIARIOSLópez Obrador llegó en 2018 con la promesa de acabar con esos vicios. En el fondo, replicó el modelo priista: concentrar el poder en una sola figura, minimizando contrapesos y justificando cada decisión como voluntad popular.La desaparición de organismos autónomos, la militarización de la seguridad pública y los megaproyectos sin estudios serios lo muestran. El Tren Maya, que ya costará más de 600 mil millones de pesos, es el mejor ejemplo: se hizo porque el presidente lo decidió, no porque hubiera debate técnico o ambiental.En política, el decisionismo eliminó disidencias dentro de Morena. Candidaturas, cargos y reformas se definieron por lealtad y no por mérito. Con mayoría en el Congreso, bastaba la instrucción presidencial para que cualquier iniciativa avanzara “sin moverle una coma”.CONTINUIDAD CON CAMBIOCon Sheinbaum, muchos esperaban un estilo más técnico, menos voluntarista. Pero las primeras señales confirman la continuidad. La reforma judicial de 2024, que convirtió al Poder Judicial en una Corte electa por voto popular, abrió la puerta a un tribunal más alineado con el oficialismo que con la autonomía.En paralelo, la desaparición del Inai y la presión sobre otros órganos autónomos confirman que la nueva administración prefiere gobernar con menos contrapesos. Con el control de la Presidencia, Diputados, Senado, más de 20 gubernaturas y Congresos locales, el poder de Morena no tiene rival.El decisionismo tiene ventajas inmediatas: acelera procesos, elimina burocracia, proyecta fuerza. Pero en el largo plazo erosiona instituciones y multiplica riesgos. Sin debate ni transparencia, un error no se corrige: se convierte en crisis nacional.A DÓNDE IREMOS A PARARSi el decisionismo sigue avanzando, la democracia quedará como un adorno. El Congreso seguirá como oficialía de partes, los órganos autónomos se extinguirán y la Presidencia en turno tendrá un poder casi absoluto.La historia ya mostró las consecuencias: lo vivimos con el PRI, lo vimos con AMLO y ahora lo repetimos con Sheinbaum. La pregunta incómoda: ¿qué tendrá que pasar para entender los riesgos de un poder sin límites?EL DATO INCÓMODOEl Paquete Económico 2026 trae más impuestos y recortes, pero los diputados se blindaron: subirán su sueldo anual en 113 mil pesos y hasta estrenan seguro de vida. Un trabajador con salario mínimo no gana eso ni en un año. En total, su sueldo anual será de un millón 307 mil pesos en 2026. Mientras el país ajusta el cinturón, la clase política se lo afloja sin pudor.The post Decisionismo: el poder sin límites first appeared on Ovaciones.