El país que hizo de la disciplina su bandera ahora descubre que trabaja menos que nadie. Y encima discute si puede permitirse trabajar aún menos

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Un país europeo se resiste a la semana de cuatro días mientras presume de esfuerzo y productividad. Pero las cifras oficiales revelan que sus ciudadanos trabajan menos horas que cualquier otro europeo, en un modelo que refleja tensiones sociales, culturales y económicas difíciles de conciliar.