"No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad" escribió el Nobel colombiano Gabriel García Márquez en su novela Del amor y otros demonios. Una cita que enfatiza que la felicidad es el mayor remedio para muchas de las dolencias del alma humana. Si Gabo hubiera nacido en Jerez en lugar de en Aracataca, tal vez hubiera acuñado otra fase en la que el flamenco actuase como remedio para la angustia, la tristeza y los trastornos emocionales. Y Macondo sería el barrio de Santiago o San Miguel con gitanos bailando por bulerías a la cándida Erendira y su abuela desalmada. El flamenco como medicina, tal cual, fue recetado por un médico a José Manuel Macías, un apasionado del baile y el cante que vivía un auténtico infierno por culpa de una de esas depresiones que llegan sin preguntar cuando menos la esperas. Nacido en la barriada de Caulina (Jerez) en 1983, El Mimbre, como es conocido artísticamente, empezó a bailar cuando tenía diez años. Ha realizado cursos con muchos bailaores, acompañó al baile en la Feria de Jerez –desde 1996 a 2003– a grupos de renombre como Ecos del Rocío, Las Carlotas o Requiebros. Formado inicialmente con Ana María Sampalo, en 2003 comenzó en la escuela de María José Jaén, donde estuvo bailando cinco años para artistas como el añorado Juanillorro o Marga Pastrana con la guitarra de Javier Ibáñez. Una imagen muy flamenca de José Manuel Macías. MANU GARCÍAEn 2008 dejó el baile y entró en una espiral negativa. "Tuve un parón de más de diez años y entré en depresión por las circunstancias de la vida. Mi vida no ha sido fácil. Estuve dos años en tratamiento, derrumbado. Empecé a salir más o menos a finales de 2019, que me vine un poco arriba, pero llegó la pandemia y sufrí otro bajonazo. Aunque lo llevé algo mejor porque estuve bailando en mi casa", señala a lavozdelsur.es. La 'receta' de un médico que le cambió la vidaSu vida se había convertido en una triste y profunda seguiriya que le llevó a tocar fondo. "No era capaz de salir solo. Soy una persona que brilla por mí y estaba totalmente apagado. No quería que la gente me viera. Me preguntaba qué me pasaba y me ponía a llorar. No salía de casa. Me quedé en un saquito de huesos". Este bailaor jerezano llegó incluso a pensar en irse al barrio de los callaos, pero el flamenco le salvó la vida: "Así fue, literalmente. El flamenco me sacó del boquete en el que estaba. Un día llegué al médico, Andrés Galán, que era mi médico de cabecera y se sentó con mi mujer. Entonces, le dijo: 'O este hombre vuelve a bailar o se muere'. Y la verdad es que fue santa medicina. Empecé a bailar y de tomar un montón de pastillas contra la ansiedad y la depresión, pasé a no tener que tomar nada. Antes había pensado incluso que tenía problemas de corazón porque había ocasiones en las que parecía que me iba a dar algo. Sin embargo, gracias al baile, me curé el alma", destaca. Macías da clases en Guadalcacín y El Pelirón. MANU GARCÍAJosé Manuel se reencontró con su yo verdadero gracias a las clases de baile que, dentro de talles subvencionados por la Diputación de Cádiz, comenzó a dar con Jauja en la barriada San Ginés. Actualmente, ofrece clases en el Centro de Mayores de Guadalcacín y en El Pelirón. Aunque muchas veces se identifica el baile con el género femenino, también son muchos los hombres que participan en las clases del Mimbre. "Empecé bailando con cuatro personas y actualmente hay más de cien. También vienen muchos hombres a las clases". La alumna más pequeña tiene seis años y la de mayor edad, Antonia, de San Ginés, 85 años. José Manuel Macías y el poder salvador del flamenco.Terapia contra la depresión y los doloresY al igual que el baile ha sido una terapia para él, su alumnado también encuentra en las clases una válvula de escape, un momento de la desconexión, una ocasión para abandonar la depresión. En estos cuatro años que lleva compartiendo consejos y lecciones se ha encontrado con mucha gente en situaciones muy similares a la suya. "Algunas historias son incluso peores. El pasado viernes, una alumna me contó que había superado un cáncer, que tenía un hijo pequeño y a su marido en estado vegetal. Su única vía de escape es el baile. A otra alumna, que llegó a perder la cabeza, el baile la curó. El baile cura el alma". 'El Mimbre', en una de sus clases. MANU GARCÍA Otra alumna, con una depresión enorme, "hasta perder el conocimiento, sin saber donde estaba", ha encontrado en sus clases un motivo para seguir adelante. "Quería quitarse de en medio y aquí sigue conmigo. Me da las gracias todos los días. Eso es algo muy especial". Macías no le encuentra una explicación al poder sanador que tiene el flamenco en sus diferentes expresiones. "Es algo inexplicable que solo lo sienten los que saben lo que es el cante y el baile. Tiene un poder tan fuerte... Yo, cuando escucho el cante y bailo, me olvido del mundo. Es como si me iluminara Dios y me mandase a otro sitio en el que realmente no estoy. Es algo muy bonito". "Una alumna tenía una depresión de perder hasta el conocimiento. Quería quitarse de en medio y aquí sigue conmigo" Y el flamenco no solo alivia el alma, también calma los dolores. "Llega mucha gente que le duele de todo y se le quitan los dolores bailando. Y también ayuda a gente que no era capaz de relacionarse con nadie y al final forma parte de una convivencia muy bonita que tenemos. Se construye una pequeña familia gracias al baile, donde todos nos queremos muchísimo". Baile flamenco para curar el alma. MANU GARCÍAActualmente, José Manuel sigue formándose con María del Mar Moreno, "mi referente desde que era pequeño". Lleva tres años participando en la pasarela flamenca de los mayores en los Claustros de Santo Domingo, también en jornadas como el Día de los Mayores o el Día de Andalucía. Y lleva su baile a centros de mayores como el de La Marquesa, el asilo San José, al centro social de Las Torres o al San Juan Grande. Su pasión por el flamenco la lleva tatuada con una silueta de su figura junto a la palabra sentimiento. Su perro se llama Flamenco y su hijo Manuel, de doce años, sigue sus pasos. "Desde que estoy bailando soy inmensamente feliz. Tuve una depresión en 2019 que casi me cuesta la vida y gracias al flamenco he salido adelante. Tengo una gente maravillosa detrás que me quiere y adora, como yo a ellos. Invito a todo el mundo a bailar porque el baile cura el alma. La vida siempre es más bonita bailándola o cantándola. Que no duden en pasar bailando esos momentos de locura o malestar". Lo dicho, no hay medicina que cure lo que no cura el flamenco.