Redacción ClarínTengo un amigo, Juan, de 50 años. Había sido contratado por una universidad norteamericana. A los pocos meses de haber llegado, sufrió un ACV y desarrolló una afasia de Wernicke: una condición en la cual la persona no entiende lo que le dicen, y lo que habla no es comprendido por nadie. Es una especie de jerigonza, un lenguaje ininteligible, este fenómeno se denomina jergafasia. Imaginen lo que es no poder entender lo que le dicen, y que nadie pueda entender lo que uno intenta decir. En el pasado, se las derivaba a centros psiquiátricos. Muchas veces estas personas pueden llegar a ser extremadamente violentas, dependiendo de las circunstancias. Durante mi formación como neurolingüista en la Universidad Libre de Bruselas, Bélgica, me tocó acompañar en un largo viaje a un paciente con esta afasia. Tuve que presenciar escenas muy violentas con su esposa, porque ella no entendía lo que él intentaba transmitir.Hoy, muchos años después, nada ha cambiado. La esposa de Juan, a raíz de un episodio violento ocurrido en su hogar, decidió denunciarlo a la Policía. A partir de entonces, él no pudo regresar a su casa ni volvió a ver a su familia. Hasta el día de hoy, no entiende por qué no puede ver más a su mujer ni a sus hijos. Nadie, hasta ahora, le ha explicado esa decisión. Estando aún en Estados Unidos, intentó suicidarse en dos oportunidades. Con gran sacrificio, su madre -jubilada con la mínima, y él, su único hijo- se endeudó y pagó el pasaje para que regresara a la Argentina. Hoy, Juan convive con su madre y el esposo de ella en un departamento de un solo ambiente, imaginarán, sí, la convivencia es bastante complicada. La Ley de Discapacidad (24.901) es muy buena y funciona bien, por lo que le aconsejé a la madre que comenzara los trámites, dado que es beneficiaria del PAMI y puede ponerlo a su cargo. Juan no posee ninguna cobertura médica desde hace meses. Y así comienza la odisea...La madre concurre a la ANSeS donde debían otorgarle una “constancia negativa”. Allí le indican que debe presentar el Certificado Único de Discapacidad. Quienes hayan tenido que tramitarlo -más aún hoy- saben lo difícil que es, ya que solicitan mucha documentación. Juan, además, es hipertenso, tiene colesterol alto y había dejado de tomar su medicación hacía meses por falta de dinero. Era indispensable recomenzar el tratamiento. Lleva más de un mes en Argentina. Él y su madre, una persona muy mayor, han recorrido gran parte de los hospitales de la Ciudad de Buenos Aires. Hasta el día de hoy, no han conseguido los documentos solicitados para obtener el CUD.En muchos de los nosocomios ni siquiera le han hecho los estudios ni entregado resultados. Los especialistas, lamentablemente, escuchan poco y explican menos. Cada uno de los consultados le dio un listado distinto de estudios complementarios. Ninguno se hace en el mismo hospital (porque no hay turnos). En uno de ellos le dieron cita a las 4 de la mañana. Lamentablemente, luego de una semana, Juan comenzó nuevamente con trastornos de conducta muy severos, al punto que la madre tuvo que llamar en dos oportunidades al SAME. El personal acudió rápidamente y, en ambas ocasiones, fue llevado a diferentes guardias (Hospital Rivadavia, Santojanni, Argerich, Alvear y la lista sigue). En una oportunidad permaneció internado durante la noche; en la segunda, sucedió lo mismo. Pero en vez de dejarlo internado para evaluarlo, lo regresaron a su casa. En algunas guardias lo sedaban, y luego le entregaban medicamentos sin receta. Le indicaban que, cuando se le acabaran las pastillas, debía ir a otra guardia para que se las repusieran. Nadie, en todo este tiempo, se hizo cargo. Ninguno de los especialistas que lo atendieron se ocupó de ayudarlo ni le dio una receta con el nombre de los medicamentos que le fueron entregando (como si se tratara de dosis homeopáticas) ¡Vergonzoso!No se trata solo de Juan. Se trata de todos los que, como él, quedaron atrapados por burocracias absurdas y por un sistema que no escucha ni ve. Un sistema que abandona. No nos lavemos las manos como Pilato, porque mientras tanto, vidas como la de Juan se siguen desmoronando en silencio, entre formularios, recetas sin nombre y turnos que nunca llegan... o llegan cuando todo está perdido.Les pedimos a los funcionarios del Ministerio de Salud del Gobierno de la Ciudad, con urgencia, que realicen una rotación por las guardias, sin identificarse, y que intenten -como cualquier ciudadano sin obra social ni contactos- conseguir un turno (es fácil, se llama al 147), el problema es el seguimiento. Obtener el Certificado de Discapacidad... ¡engorroso! ¡Simplificar por favor! ¿Hasta cuándo tendremos que esperar? ¿Hasta que la madre de Juan muera de agotamiento o hasta que Juan finalmente logre quitarse la vida?Silvia Rubio srubio@intramed.netOTRAS CARTASCristina y un régimen privilegiado de prisión¿Qué significa estar preso; purgar una condena? La respuesta es de amplio espectro. Sin embargo, taxativa en cuanto a que no debe implicar la mortificación del detenido, pero, tampoco, la fijación de un estatus extremadamente laxo. Cristina Kirchner, en San José 1111, a pesar de los graves latrocinios cometidos, no parece estar sujeta a un castigo difícil de sobrellevar. Recibe visitas frecuentes y en un número que dista del que gozan otros en su misma situación. A menudo, aparece en el balcón del departamento que habita y es destinataria de los vítores de su feligresía. Todo, en un contexto donde los vecinos de su barrio son víctimas de bullicios insoportables. A esta altura de su proceso judicial, nadie puede dudar de que está siendo sometida a un régimen privilegiado. Diferente del que soportan otros, también septuagenarios, en cárceles de máxima seguridad y con la salud muy amenazada.Alejandro De Muro demuroalejandro4@gmail.comReclama por el mal estado de la línea E del subteSoy usuaria del subte en la Ciudad. La línea E es, por lejos, la más deficitaria, en higiene y estado de los trenes. Hay unas formaciones de frente más angosto que tienen una renovación de aire muy deficiente y hasta nula en algunos vagones. Hice reclamos que nunca fueron atendidos, no arreglan los sistemas, pero lo que es inadmisible es que mantienen las ventanillas herméticamente cerradas, y no las podemos abrir. Hace unos días, en la estación Av. La Plata, sacaron a una chica descompuesta del vagón, yo misma sentí que me iba a descomponer. ¿Por qué Emova es tan desaprensiva con la gente que transporta? ¿Por qué el Gobierno de la Ciudad le permite este maltrato? Quise hacer un reclamo en miBA, pero no pude porque debía bajar otra app (Autogestión) a la que nunca logré ingresar. Llamé al 147, pero me dijeron que la página de reclamos no funcionaba. Con un boleto a $ 70 o a $ 1.000, viajamos igual de mal y a las autoridades no les interesa. Será como me dijo un empleado de Emova en Virreyes:“En cada estación se abren las puertas y se ventila el tren”. Me niego a convalidar con el silencio.Alicia Olivo ayurlivo@yahoo.com.arNewsletter ClarínRecibí en tu email todas las noticias, coberturas, historias y análisis de la mano de nuestros periodistas especializadosQUIERO RECIBIRLOTags relacionadosDiscapacidadAnsesCristina KirchnerSubte