A tono con los oscuros tiempos que se viven, han reverdecido las procesiones religiosas católicas. En primavera, verano, otoño e invierno invaden las calles. Las hay hasta “ilegales”. Incluso las manifestaciones se asemejan más a procesiones que a otra cosa. Pero procesiones laicas las ha habido siempre y las habrá. No siempre ha sido así.Manifestación o procesión no es sino lo mismo: explicitar una reclamación, expresar una protesta o hacer una manifestación pública de fe. Aunque en el caso de las religiosas son hoy tantos los factores que intervienen que, pienso, que ni muchos de los propios participantes saben qué hacen allí.Ahora, se dice que el Ayuntamiento de Cádiz está pensando que los próximos fastos históricos septembrinos estén dedicados al comercio. Buena elección para una ciudad que, durante siglos, ha basado su alma en esta actividad. Da un poco de pena que se vayan a saltar la etapa “medieval”. Sobre todo, si se tiene en cuenta que, para Cádiz, son unos siglos propicios para montar un buen espectáculo de moros y cristianos.Una procesión, en una imagen de archivo.Pero teniendo en cuenta que, el otoño de 2026 está a unos meses de las elecciones municipales, cabe pensar que el tema del comercio, de una manera u otra, quedará ligado al mundo liberal que representó la proclamación de la Constitución de 1812. A un liberalismo, me temo, que ñoño y conservador muy alejado del revolucionario y perturbador que nació a finales del siglo XVIII y cuajó en el actual Estado español a partir de 1833 con la subida al trono de la entonces pequeña de tres años Isabel, la que sería II.Volviendo al tema de las procesiones y dado el afán actual, popular e institucional, por esa forma de expresión quisiera recordar, y si alguien coge al vuelo la idea pues ahí queda, la celebración de la última procesión cívica, que sepa se denominara así, perdón si yerro, celebrada en Cádiz. Me refiero a la que tuvo lugar el jueves 28 de mayo de 1931 con motivo del traslado desde el cementerio de los restos de los diputados doceañistas enterrados en Cádiz al oratorio de San Felipe Neri para depositarlos allí junto a los de los asesinados en marzo de 1820 que se conservaban en una urna de mármol. Unos hechos que, por cierto, pasaron con más pena que gloria hace cinco años, salvo una meritoria exposición obra el equipo del Archivo Histórico Municipal.La procesión cívica de 1931 se desarrolló tras un velatorio realizado en el salón de plenos a donde se habían trasladado los restos, en cinco cajas blancas, desde el cementerio por una comisión municipal encabezada por el alcalde Emilio de Sola. Colocadas dentro de un arcón, situado sobre un túmulo funerario de tapiz negro bordado con rosas blancas, fueron cubiertas con la bandera tricolor nacional y una corona de flores naturales de los jardines municipales. Le rodearon cuatro hachones negros ante los que hicieron una permanente guardia servidores municipales. Las guardias de honor las hicieron gestores municipales, personalidades de los partidos republicanos y socialista, y diputados provinciales. Miles de personas pasaron por delante para presentar sus respetos.A las cinco de la tarde, me ahorro la frase tópica sobre la españolidad de la hora, salió el cortejo del ayuntamiento. Al salir, la banda de música del Regimiento de Infantería y una compañía de esa unidad le rindieron honores. También estuvieron presentes las bandas del Ayuntamiento y del colegio Salesiano. Una nota de color: el abanderado era el entonces teniente Cayetano García Castrillón, el mismo, que ya incorporado a la Guardia Civil, llegaría a Casas Viejas en enero de 1933, para abrir las primeras diligencias. El duelo fue presidido por las más altas autoridades locales civiles, militares, provinciales, judiciales, de la Armada y largo etcétera de entidades consulares, artísticas, patronales, universitarias y académicas que incluyó al delegado de hacienda.El féretro fue colocado sobre un armón de artillería que enfiló la entonces plaza de la República con el escuadrón a caballo de la Guardia Municipal al frente, seguido de la banda salesiana, banderas de diferentes organizaciones obreras y estudiantiles. Los maceros municipales de gala, con las mazas ya coronadas con la corona mural republicana realizadas en el taller de platería de la calle Rosario de Manuel Ruiz de los Ríos, abrían paso al armón al que seguían autoridades que iban acompañados por el pendón de la ciudad. Cerraba la comitiva una sección de la Guardia Municipal y la compañía de Infantería.El itinerario siguió la calle Isaac Peral, actual avenida 4 de Diciembre de 1977; plaza de las Cortes de Cádiz, actual plaza de España, vuelta al monumento sobre el que pendía la bandera nacional y una corona de flores; Alcalá Galiano, actual Emilio López, Columela, Eduardo Dato (Novena), Duque de Tetuán (Ancha), San José a San Felipe Neri. La procesión, seguida por un numerosísimo público, llegó dos horas y media más tarde al Oratorio. Allí le esperaban la banda de música del regimiento de Artillería.La plaza estaba completamente llena de público. El alcalde y el Gobernador Civil, en las escalinatas, pronunciaron unas vibrantes oraciones patrióticas embargados por la emoción de hacerla ante un templo religioso y el lugar donde los patriotas se reunieron para dictar las leyes de la Nación. Los asistentes vitorearon a la República. Después las fuerzas desfilaron ante las autoridades.Por último, el arcón fue introducido en el templo en donde, el prepósito del Oratorio dio un responso y fue llevado a la cripta.Allí debe de seguir, eso pensamos, junto a la urna de los mártires de 1820. Digo pensamos porque desde hace un tiempo el acceso a la cripta no es posible. Problemas de seguridad dicen los encargados de recibir a los turistas de un espacio que, rehabilitado con fondos públicos, está gestionado por una entidad privada: la Iglesia Católica.España y yo somos así.