Fagioli, agridulce sensación

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Sentimientos encontrados en la visita de este famoso contratenor, tan encontrados como con el pianista. En el proceso de recuperación para interpretar música con criterios e instrumentos de cada época , la voz no quiso quedar olvidada, al pasar a sustituir a los castrados (que a su vez remplazaban a las mujeres cantantes) por falsetistas, en el convencimiento de que el color se era distinto entre ellos y además históricamente era el sonido que se oyó en esa época. El estudio profundo de la voz del hombre consiguió estabilizar estos registros y conseguir que su audición sea completamente estable y además capaz de sustituir a los castrados en casi todo (aunque es cierto que se habla de que ellos tenían una tesitura más amplia, sobre todo en los agudos, o una capacidad de mantener los sonidos muy grande). La proliferación de estos registros ahora es enorme, y quizá en algunos aficionados se produzca una cierta saturación, y de ahí que hoy se procure más bien la búsqueda no de lo que fue, sino de lo que debió haber sido (es decir, el derecho de la mujer al canto). Fagioli está en la cúspide dentro de estos llamados contratenores y nos presentaba un programa amplio, desde los inicios hasta Rossini o Mercadante, o sea, el 'bel canto'. Desde Cavalli ('Delizie contente che l'alma beate') oíamos la voz de Fagioli , que gustará más o menos, pero que estaba cargada de gran musicalidad, una inteligibilidad en los textos y un volumen mayor del que esperábamos . Pero con él ya venían los principales débitos de la noche: un vibrato muy marcado, sobre todo en esta primera parte, y unos graves que con frecuencia requerían engolar para sacarlos adelante. El otro problema era el pianista, al que dedicaremos un aparte. Estuvieron los Scarlatti , y ambos salieron maltrechos. En Alessandro ('Già il sole dal Gange') el vibrato parecía deglutir la emisión, con un aparente ahogo, hasta tal punto que, en parte por apurar los finales de frase, en parte porque nos daba la impresión de que tenía un acúmulo de aire por respirar, lo cierto es que parecía atrasarse (no lo hacía, pero sufrimos sólo de pensarlo). Curiosamente, estas tres arias aparecen en la recopilación de 'Arie antiche' de Alessandro Parisotti , musicólogo que tuvo la iluminación de agrupar las piezas según sus dificultades, pero no sólo en el grado de las mismas, sino con el objetivo de mejorar la técnica del cantante con las arias adecuadas. Por ejemplo, esta de Alessandro Scarlatti está pensada para dominar la respiración (!). Y en la tercera se reincidíamos en la impresión, tanto por la maravilla de su legato, de la definición y terminación de las frases, como de la sensación de 'ahogo'. Pero la lección estaba aprendida, al menos en lo primero comentado: el aria 'Intorno all'idol mio' de Cesti decía Parisotti que «permite aprender un sonido más íntimo, pero también colores y apoyaturas. Es una bonita introducción al arte de la confidencia, e incluso, más adelante, al lied». 'Pur dicesti, o bocca bella' de Lotti nos dejó fijarnos en la limpidez de su pronunciación y podíamos haber disfrutado igualmente de su atrevido significado si hubiésemos contado con sobretítulos: «con un beso, amor, te abrí, dulce fuente del disfrute» termina el poema. Pero teníamos a alguien proyectándonos los títulos de cada pieza, teníamos los textos traducidos, pero a nadie que los proyectara. El ' Venti, turbini' de 'Rinaldo' (Haendel) es un aria de bravura, cuya evidente dificultad obligó al contratenor argentino a emplearse a fondo y alcanzar un 'Si' sobreagudo y un 'La' muy grave, el único que no forzó. Las coloraturas Fagioli las marca muy bien, para lo que no le queda más remedio que explicitarlas mediante una curiosa técnica de mohines. Para que no nos viniéramos muy arriba, nos dejó un rato con el pianista y la 'Sonata' en Sol menor K. 347 de Domenico Scarlatti . Todos los reparos que fue acumulando en su acompañamiento en lo que llevávamos de programa se dieron cita aquí. El primero es que parecía seguir acompañando, que a eso sonaba el enunciado de los temas de su sonata: como el eco de Fagioli, sólo que este no estaba. Por otro lado, los pianos Yamaha tienen tendencia a un cierto brillo; si sonaba opacado no se debía a otra cosa que a haber abierto mínimamente la tapa del piano. Es verdad que no abusaba de la sordina, pero lo compensaba con el pedal derecho , donde cabía de todo. Y no era sólo el sonido, sino la turbidez con que se oían ambas manos. Esto último no podemos explicarlo porque desde no encontrábamos no le veíamos ni brazos ni manos. Esperamos que no estemos volviendo a aquella época en que los grandes nombres de la lírica se traían a los pianistas más de oferta que encontraran. Mozart, Bellini, Donizetti, Rossini o Mercadante repitieron los mismos esquemas anteriores, sobresaliendo una mayor parte de todo este repertorio en el que Fagioli recurría a lo que le es más cercano, a lo que mejor domina, que es un centro alto hasta los sonidos más agudos. Parada última para destacar que en «Mura felici» de 'La donna del lago' de Rossini , tras un recitativo en el que su musicalidad es tan grande que la canta casi como un aria, luego llegan las coloraturas endiabladas de Rossini y le hace añicos cualquier homogeneidad en el color: a cualquier soprano le cuesta lo indecible sacarla adelante, sobre todo si nos tenemos que preocuparnos de que se cubra la voz en arpegios diabólicos, escalas virulentas, saltos acrobáticos; pues añádase además que la técnica consiga esa uniformidad inalcanzable de una voz de falsete (artificial), capaz de sortear todo lo anterior. Pues resultó un momento muy tenso, la verdad. Tres plácidas propinas (Mercadante, Guastavino y Ernesto de Curtis). Y de este eligió 'Non ti scordar di me', pero podía haber sido 'O sole mio', total…