Lo que realmente contienen las botellas de agua: un vistazo profundo a los microplásticos

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Beber agua embotellada parece una decisión inofensiva, incluso saludable. Sin embargo, una reciente investigación liderada por Sarah Sajedi, publicada en el Journal of Hazardous Materials, revela una realidad mucho más preocupante: cada sorbo podría estar cargado de microplásticos invisibles que se acumulan en el organismo humano con efectos aún poco comprendidos.En promedio, una persona ingiere entre 39.000 y 52.000 partículas de microplásticos al año. Pero quienes consumen agua embotellada a diario podrían sumar hasta 90.000 partículas adicionales anuales, una diferencia que podría tener implicancias graves para la salud a largo plazo.De la playa al laboratorio: el inicio de una investigaciónEl origen de esta investigación no fue un laboratorio sino una experiencia personal. Durante un viaje a las paradisíacas islas Phi Phi, en Tailandia, Sajedi notó que la arena blanca escondía numerosos fragmentos de plástico, especialmente de botellas de agua. Aquella imagen la llevó a retomar su carrera académica en la Universidad Concordia, centrándose en el estudio de los efectos crónicos de los plásticos de un solo uso.Gracias a su experiencia como cofundadora de ERA Environmental Management Solutions, Sajedi pudo combinar conocimientos técnicos y empresariales para abordar el problema desde una perspectiva integral. Su revisión de más de 140 estudios científicos pone el foco en un tipo de exposición muy directa y cotidiana: la que proviene del agua embotellada.Qué son los microplásticos y cómo entran al cuerpoLos microplásticos son fragmentos de plástico de menos de cinco milímetros, y cuando miden menos de una micra se los denomina nanoplásticos. No siempre provienen de la contaminación ambiental; en el caso del agua embotellada, se generan directamente desde el envase.Durante la fabricación, transporte y almacenamiento de las botellas plásticas, el material sufre desgastes y reacciones al calor o la luz solar. Esto provoca que liberen pequeñas partículas al líquido que contienen. A diferencia de los plásticos que ingerimos a través de alimentos contaminados, estos entran directamente al organismo al beber agua, sin filtros previos.Una vez dentro del cuerpo, los microplásticos pueden atravesar barreras biológicas, como el intestino o la placenta, llegar al torrente sanguíneo y alojarse en órganos vitales. Los posibles efectos incluyen inflamación crónica, estrés oxidativo, alteraciones hormonales, daños neurológicos y mayor riesgo de ciertos tipos de cáncer. Sin embargo, estos impactos aún no están del todo documentados por la falta de estándares globales en su detección.La ciencia frente al reto de medir lo invisibleUna de las principales dificultades para comprender el impacto real de los microplásticos en la salud humana es que su detección a nivel microscópico y nanoscópico es compleja y costosa. Existen diversas metodologías, cada una con ventajas y limitaciones. Algunas permiten identificar partículas diminutas, pero no determinan su composición química. Otras, al revés, analizan la naturaleza del plástico pero no detectan los fragmentos más pequeños.Los equipos más avanzados para este tipo de análisis son poco accesibles, lo que reduce la posibilidad de estudios masivos y comparables entre países. Esta brecha tecnológica limita la comprensión global del problema y retrasa la creación de normativas específicas.Más allá del sorbo: consecuencias a largo plazoEl problema de los microplásticos no es inmediato, sino acumulativo. Es como si cada botellita de agua dejara un pequeño residuo invisible que, con el tiempo, se acumula y puede comenzar a interferir con el equilibrio del cuerpo. No es una toxicidad aguda, de esas que provocan efectos inmediatos, sino una exposición silenciosa y persistente.Sajedi insiste en que debemos dejar de pensar en el agua embotellada como un producto inocuo. Aunque su uso en situaciones de emergencia es comprensible, no debería ser la opción habitual. El hábito de comprar y consumir agua en botellas plásticas representa un riesgo innecesario y evitable para la salud y el ambiente.El papel de la educación y las políticas públicasAunque muchos gobiernos han implementado leyes para reducir el uso de bolsas y envases de plástico, las botellas de agua han recibido poca atención. Son omnipresentes, fáciles de transportar y percibidas como limpias. Pero esta percepción puede estar cambiando a medida que se difunden los hallazgos científicos.Sajedi y sus colegas de la Universidad Concordia destacan que la educación es la herramienta más eficaz para cambiar los hábitos de consumo. Entender que el problema no es visible, ni inmediato, sino insidioso y prolongado, permite tomar decisiones más conscientes. Adoptar soluciones como el uso de botellas reutilizables y sistemas de filtrado en el hogar puede marcar una gran diferencia a nivel individual.La investigación fue respaldada por el Consejo de Investigaciones en Ciencias Naturales e Ingeniería de Canadá y la propia Universidad Concordia, y también contó con la participación de los profesores Chunjiang An y Zhi Chen, del Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental.Como con tantos otros temas ambientales, el de los microplásticos exige un cambio de mirada. Es necesario dejar de confiar ciegamente en la pureza del envase sellado y empezar a preguntarnos qué precio oculto tiene la comodidad del agua embotellada. En un mundo donde ya hay microplásticos en el aire, los alimentos y hasta en tejidos humanos, reducir su presencia en nuestra rutina diaria es una forma tangible de cuidar el cuerpo y el planeta.La noticia Lo que realmente contienen las botellas de agua: un vistazo profundo a los microplásticos fue publicada originalmente en Wwwhatsnew.com por Natalia Polo.