El lunes, a media mañana, justo después de conocer que el primer ministro que había nombrado 27 días antes acababa de dimitir, Emmanuel Macron se puso la chaqueta y salió a pasear por la orilla del Sena. Solo, pensativo. A ratos hablando por teléfono, con la escolta unos metros por detrás. Una rara imagen que ilustraba el aislamiento del presidente de la República.Seguir leyendo