Si hay una experiencia familiar que todos identificamos, es la del clásico juego de los viajes en carretera, cuando vemos las tres de una matrícula y, casi sin pensarlo, empezamos a crear palabras a partir de ellas. Tirando de ese hilo cotidiano nació la propuesta de la Universidad de Nebrija : un reto online que evalúa la agilidad con la que transformamos combinaciones de letras en palabras . «La prueba es similar a lo que haríamos con una matrícula con las letras BRC como punto de partida. Las personas pueden escribir 'barco', 'broca', 'braceo', 'abrace' u otras opciones que se les ocurran. La puntuación recibida sirve para ilustrar un aspecto clave del lenguaje: la fluidez léxica, es decir, la velocidad con la que recuperamos palabras de nuestra memoria para comprender, recordar o comunicar», explica Jon Andoni Duñabeitia, catedrático de Psicología y director del Centro de Investigación Nebrija en Cognición ( CINC ). El estreno de https://consonantevocal.com ha tenido una gran acogida, lo que confirma el interés social por herramientas breves, rigurosas y atractivas que conectan la ciencia con la vida cotidiana. La alta participación no solo habla de curiosidad, también señala la relevancia educativa de iniciativas que devuelven al usuario un feedback (retorno) claro y que, al mismo tiempo, generan conocimiento útil para entender cómo varía la fluidez verbal entre personas de distintas edades y perfiles. «Cada respuesta aporta una pieza a un mapa colectivo del vocabulario. Con datos agregados y anónimos, podemos observar qué factores favorecen la agilidad para encontrar palabras», señala el investigador de la Universidad Nebrija. ¿Cuál es la relación entre vocabulario e inteligencia? La relación es estrecha, pero no debe entenderse de manera simplista. Sabemos, por décadas de investigación, que el tamaño del vocabulario de una persona es uno de los mejores predictores de su rendimiento en pruebas de inteligencia. Pero esto no ocurre porque memorizar más palabras nos haga automáticamente más inteligentes, sino porque el proceso de aprender y usar vocabulario implica habilidades cognitivas complejas. En otras palabras, un vocabulario amplio no es solo un almacén de palabras, sino una ventana a la flexibilidad mental, a la capacidad de comprender y generar ideas nuevas y a relacionar conocimientos. Quienes tienen mayor inteligencia suelen adquirir vocabulario con más rapidez y precisión, y a su vez, disponer de un buen vocabulario facilita el acceso al conocimiento y potencia el aprendizaje. Eso sí, conviene matizar que el vocabulario también está muy condicionado por la educación, el entorno y las oportunidades culturales. Es un testigo e indicador de la historia vital de cada persona. Por tanto, sería más correcto afirmar que el vocabulario es a la vez reflejo y motor del desarrollo intelectual. ¿Cuál es la mejor forma de aprender nuevo vocabulario? Leer sigue siendo, sin duda, una de las formas más eficaces de aprender nuevo vocabulario, pero no es la única. La lectura nos expone a un caudal de palabras en contextos significativos, lo que facilita no solo recordar el término, sino también comprender sus matices y usos reales. Además, cuanto más leemos, más vocabulario adquirimos, y a la vez, cuanto mayor es nuestro vocabulario, más disfrutamos y comprendemos lo que leemos: es un círculo virtuoso. Ahora bien, también escuchar conversaciones, ver películas o series, jugar con las palabras o usar aplicaciones específicas son vías muy válidas. De hecho, combinar la lectura con otras estrategias es la mejor receta para consolidar este conocimiento. ¿Es leer uno de los mejores ejercicios posibles para retrasar el deterioro cognitivo? En términos generales, leer es un 'buen gimnasio' para el cerebro y se asocia con un menor deterioro cognitivo, aunque la relación no es puramente causal ni exclusiva. Existen estudios que demuestran que leer con frecuencia está vinculado a un riesgo sustancialmente menor de declive cognitivo. Además, uno de los hallazgos más relevantes en este campo es que el éxito académico, medido a través de la capacidad lectora en la adolescencia, es uno de los mejores predictores de un envejecimiento sano y de una menor incidencia de demencia. La lectura contribuye a la reserva cognitiva, y hoy sabemos que las prácticas intelectuales sostenidas permiten tolerar mejor la neuropatología antes de que se manifiesten los síntomas. Pero, aunque leer ayude, la clave está en integrar la lectura en un estilo de vida sano. La realidad es que la sociedad cada vez es menos lectora. ¿Tiene como parece la culpa el móvil? Comparto la preocupación. Los datos indican un descenso sostenido tanto en hábitos como en rendimiento lector. Los informes internacionales de los últimos años nos indican que la comprensión lectora ha caído de forma inédita en muchos países. Entre los jóvenes, además, el gusto por leer se ha desplomado. ¿Tiene la culpa el móvil? Más que tener la culpa, diría que el móvil compite por la atención. Espacios y tiempo que antes podíamos dedicar a la lectura, ahora conviven con apps y contenidos breves que capturan nuestra atención en formatos multimedia. ¿Cómo podemos ayudar a los menores con discapacidad intelectual a mejorar los mecanismos cognitivos implicados en la lectura? Mejorar su comprensión lectora sería una forma de mejorar su participación plena en la sociedad, ¿qué cree? Ayudar a los menores con discapacidad intelectual a mejorar su comprensión lectora es, ante todo, una cuestión de accesibilidad y de justicia social. Herramientas como el 'Lenguaje Claro' y la 'Lectura Fácil' han demostrado ser fundamentales para garantizar que los textos sean comprensibles, eliminando barreras innecesarias y permitiendo que los niños se centren en lo esencial: construir significado. Del mismo modo, la accesibilidad digital (plataformas con interfaces sencillas, recursos multimodales y apoyos de voz o imagen) abre oportunidades reales de participación plena. No debemos olvidar que leer no es solo decodificar palabras. Leer implica, entre otras muchas destrezas, atención, memoria, vocabulario y habilidades de inferencia . Por eso, los programas más efectivos combinan estrategias fonológicas, léxicas y de comprensión con un enfoque funcional, es decir, ligado a la vida diaria y a la autonomía. Cuanto más evidente es la utilidad de lo que se lee, mayor es la motivación y el aprendizaje. Invertir en estos recursos no solo mejora las competencias lectoras, sino que potencia la inclusión educativa, la empleabilidad futura y, en definitiva, la participación social de estos menores como ciudadanos de pleno derecho.